Sunday, February 28, 2010

Cambalache/NADA QUE DECIR


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

¿Se olvidó ya a Zelaya? ¿Quién era Zelaya? Un dudoso individuo, hijo de un hacendado en cuyas tierras se asesinó, con complicidad, a luchadores sociales. Pero, en la retórica del juglar venezolano, semejaba alguien innegablemente revolucionario y de largo aliento.


Ya quién les cree, aunque el presidente de Venezuela aparezca en Cancún, militar de cabaret, simple cantor -eso sí- para ya en el aeropuerto gorjear "México lindo y querido", sonriendo en derredor con extraña masculinidad.


Alvaro Uribe es otro sinvergüenza, pero tuvo razón cuando demandó a Chávez ser varón, porque una cosa es la verborrea y otra la hombría. Tal vez si el en cuestión se fajara a puñetes con alguno de sus tantos "enemigos" le iría mejor. Tan similar a Mussolini, tan parlanchín, tan igual a los fascistas, los camisas negras que entraron a Grecia con paso de parada y fueron corridos a palos, los mismos que huyeron en Guadalajara ante el empuje republicano español (leáse Hemingway). Mucha voz y poco puño no es fórmula que garantice eternidad.


Y qué decir de los connacionales, conplurinacionales debiera decir. Sorprendió que Evo Morales acusara al colombiano Uribe de agenterío, cuando en televisión, antes de la declaratoria, posaba a su lado con floreada sonrisa y evidente satisfacción. Será que estamos aprendiendo política del sexo opuesto, lo que no estaría mal si lográsemos evitar la testosterona y el hecho de cargar huevos que se supone nos llenan el alma de irritación y el cuerpo de dolor y esperanza (o viceversa). Tal vez hago reduccionismo absurdo e incalificlable de la alta ciencia del poder. No lo creo; transitamos un camino donde la política ha perdido una esencia que la hacía apetecible y peligrosa, para convertirse en pasto de bufones y amargados.


Qué lejos Atenas y Roma, Viena, Londres o París -por dar el ambiente occidental en que crecimos-, qué lejos las tradiciones exquisitas de dominar o perder con maestría. Hoy las doctrinas se crean con badilejo, y no significa nostalgia por Metternich o Víctor Paz, sino por la inteligencia que se necesita a tiempo de progresar y concertar. Ahora basta el sortilegio de un bastón de mando apócrifo, mintiéndose originario, para decidir la suerte colectiva. Aguarden diez años y verán el resultado.


Bolivia nunca tuvo rumbo. Menos ahora. Hay multitud de poderes y un curaca que en apariencia reina, pero cuyos acólitos hacen, cada uno, lo que les da la gana. Observen a los generales que niegan una orden judicial, que manejan como retrasados mentales el drama de las dictaduras y los desaparecidos. O hay comandita, o a los entorchados de Miraflores les importa un carajo la ley y el gobierno. Existen historias, que con el tiempo destaparé en toda su abyecta lujuria, de funcionarios universitarios que simplemente se pasan por las nalgas los amparos constitucionales que gente en su derecho opone a su mandamás demencia.


El amo soy yo... Todos y cada singular tienen poder ilimitado -sobre los febles- en este país que reclama para sí lauros inventados, dádivas que le hacen los neocolonialistas con miedo de hablar en contra del gobierno "indio" y ser calificados de racistas.


Hay Evo para rato, dicen las bocas de los aprovechadores y los mudos (imaginen quienes son). Quizá por un rato, pero, como a Quintana y Almaraz (que se creyeron eternos) la bola de la fortuna concede pero también aplasta.

27/02/10

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Publicado en Puntos de Vista (Los Tiempos/Cochabamba), 28/02/2010
Publicado en Nuevo Sur (Tarija), febrero 2010

Imagen: James Ensor/El banquete de los hambrientos, 1915

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