Tuesday, July 13, 2010

Trinidad: una respuesta


Con sorpresa recibo la noticia de que mi texto "Trinidad, casi Macondo" levantó susceptibilidades entre algunas personas de la comunidad beniana de Santa Cruz. Lejos estoy, y estuve entonces, de insultar a esa bellísima ciudad y menos a sus habitantes. Mi artículo refleja la admiración de un extraño ante un universo que permanece, de algún modo o en parte, intocado.

Las carencias que toda ciudad o pueblo puedan tener son realidades concretas que pertenecen a la esfera de la economía o la política. Ellas no desmerecen la belleza. De ahí la evocación del Macondo garcimarquesiano al hablar de Trinidad. Macondo, como dije, es un paradigma del siglo veinte, y, para mí, fue magnífico encontrar en la capital del Beni un sitio semejante. Sin duda hay historias allí que inventarían no sólo cien años de soledad mas muchas centenas. Y ello no debe considerarse insultante.
Hay momentos en que la descripción de la pobreza o las necesidades de un lugar pierde su sentido crítico y se adentra en el campo de la poética. Trinidad con sus aceras techadas en largos pasadizos, con ruinosas casas, con vegetación exuberante, hermosas mujeres de cuerpo admirable y liviana vestimenta, su siesta larga, es un espacio de novela. Que exista agua contaminada es un desastre. Nombrarlo sólo debiera avergonzar el desdén de los políticos. Mentir sobre el progreso sí es falta grave. No era mi intención hacer controversia sobre detalles que contemplé y que tal vez no sean absolutamente ciertos. Hablaba, como autor, de un espacio real-ficticio, de la alucinación y la maravilla de un forastero andino en un trópico abundante en preciosidad.

Trinidad tiene los males de todo el país. Y tiene también sus virtudes. Y entre esos males observé la malicia con que algunos, no me refiero a una mayoría, utilizaban el pretexto del racismo para justificar posiciones ideológico-políticas. Eso también ocurre en Cochabamba o La Paz. Y es importante saberlo, porque allí se juega la integridad de un país. Allí no existe falsía.

Si acaso la mención de los hermosos senos de las benianas, o de las rigurosas caderas ajustadas en tenues vestidos floridos fueron el detonante de la queja, cabe decir que hay pueblos que se precian de tales características. Henrik Sienkiewicz, premio Nobel de literatura, no deja nunca de alardear de los bellos pechos de las mujeres de su raza. Sin embargo si es necesaria una disculpa, más bien una aclaración, acá está. Está presente en la aseveración sin pausa de la nítida belleza de un pueblo y del sentimiento por su sufrir actual en este diluvio contemporáneo que lo acosa. Gracias.
8/3/07

Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), marzo del 2007

Imagen: Trinidad en 1852

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