Tuesday, November 23, 2010

El buen cine/MINIATURAS


Nada mejor que una fría mañana de otoño para, en compañía de nadie, mirar una película con las persianas cerradas, en inventada oscuridad. Pequeñas delicias de la vida solitaria...

El reproductor de video comienza con las maltratadas tomas de una película de Andrzej Wajda: "Promised Land" (1974) o la tierra promisoria, prometida, prometeica si abstraemos su mensaje. Wajda retoma a Wladyslaw Reymont, el notable premio Nobel polaco de 1924, en la novela homónima, que sin tener la perfección de "Los campesinos" se incluye entre las destacadas prosas eslavas de comienzos de siglo.

El sitio: Lódz, en la Polonia central, encrucijada de las tres mayores culturas que entonces conformaban la nación: polacos, alemanes y judíos, bajo la sombra del águila bicéfala rusa.

Ciudad industrial crecida al amparo de la política zarista, luego de la segunda partición de Polonia en 1793. Se le concedió el monopolio de la industria textil, lana y algodón, del imperio a partir de 1814. La población judía fue diezmada en los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial y la alemana deportada hacia el oeste después del armisticio. Hoy Lódz es esencialmente polaca, pero sus sombrías calles de negros y húmedos adoquinados recuerdan el amparo que fue para aquel rico y diverso tríptico.

Primero Reymont, seguido por Wajda cineasta, describen los interludios de prosperidad y desastre económico que tiene cada gran ciudad. Presumen además los albores revolucionarios que dicha sociedad industrial fermenta. El hambre de la población demanda trabajo y su necesidad obliga a humillaciones sin nombre. Pero los explotados se solidarizan entre sí, se organizan, se amotinan, se mueren bajo las balas oligarcas.

"Promised Land" es la historia de tres amigos, cada uno representando a los tres grupos humanos que habitaban Lódz: el astuto hebreo, el eficiente y altanero teutón, el displicente gentil polaco. En medio de la empresa comercial tanto Reymont como Wajda incluyen los paradigmas sociales de entonces, así como sus proyecciones futuras. Tiene un entorno nostálgico de belleza moribunda. No extraña que el poeta Tuwim amase la penumbra de aquella ciudad inmunda.
9/11/06

Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), noviembre 2006

Imagen: Daniel Olbrychski en una imagen del filme

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