Monday, November 1, 2010

El legado/NADA QUE DECIR


El presidente Barack Obama es un tipo divertido. Se presenta en talk shows, que son programas de gran audiencia, y con lenguaje claro, no sin salpicarlo de algunas bromas inteligentes, habla del futuro de los Estados Unidos que le legó George W. Bush.
Cuán lejos está la realidad del aura optimista con que se hizo del puesto, sólo lo saben sus asesores, pero esta crisis, posiblemente la peor desde la Gran Depresión, amenaza los cimientos de la sociedad norteamericana.
El fantasma de un desempleo masivo es el enemigo a destruir, pero bien sabemos que hay sectores cuyas posiciones jamás se rescatarán. Los negocios, y los empleadores, aprenden hoy a sobrevivir con lo mínimo necesario, haciendo ilusión la posibilidad futura de un arreglo que permita retornar a tiempos mejores, los de la era Clinton, por ejemplo. El problema, el drama también si hay que ser precisos, no sólo radica en reactivar industrias gigantescas con el apoyo monetario del Tesoro. Es mucho más complejo, y apunta a estructurar de nuevo una sociedad que dio demasiado a los ricos y trató de conformar a los medios y a los pobres con migajas que antes alcanzaban y que hoy son insuficientes. Caso contrario, al no cerrar esta brecha, se tendrá que hablar en un futuro no lejano, como ya lo dije, en términos marxistas. La división de clases será tal que el mito persistente y perseverante de la sociedad democrática, se esfumará para dar lugar a otro tipo de sociedad más ligada a la historia del Tercer Mundo.
Cuánto puede hacer la administración Obama está por verse. La situación no es de las mejores. Incluso China, que es acreedor del país porque compró bonos del gobierno y prestó dinero, pide garantías para que su inversión esté a salvo. George Bush soñó una élite que fuera dueña de todo. En nombre de la patria, la guerra contra el terror, etc.., permitió que los millonarios crecieran desmesuradamente a costa del erario nacional, del empobrecimiento de vastos sectores sociales. Su obra, acompañada, aconsejada, secundada, por las mentes criminales de Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, casi consigue su objetivo de pasar los Estados Unidos a manos de un selecto grupo de oscuros ambiciosos. El precio que pagó su angurria es éste: una nación que se hunde más rápido que lento, que no ve la rama, porque tal vez no existe, que frene o aminore su caída.
Hablar así, en general, sin entrar en detalles, es como percibe la población lo que sucede. Lo ve en la inflación de los precios de alimentos, en la disminución del poder adquisitivo de su salario, en los límites que debe poner a los gastos. Se acabó el gran consumo, y eso, como un interrelacionado rodillo aviva mayores despidos, cierra fuentes de trabajo y más: un círculo vicioso donde quizá el mazazo que propine el gobierno logre abrir una brecha para dejar entrar el aire, para recuperar la economía y, sobre todo, la esperanza que parece perderse en un lugar donde la seguridad de vivir era el pan diario.
El malherido partido republicano ha optado por la política de no dar ningún voto de apoyo a la nueva administración. Ellos, que destruyeron el país, que lo enfrascaron en guerras innecesarias e ilegales, quieren jugar ahora el papel de defensores atacando despiadadamente el "gobiernismo" de Obama. Su retórica es la misma: falaz y obsoleta. Y aquellos que debieran estar frente a los tribunales de justicia, Bush & Cia., se muestran ufanos como si nada.
20/3/09

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), marzo 2009

Imagen: Un llamado a salvar Flint, Michigan, ciudad muy afectada por la crisis económica

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