Friday, November 19, 2010

Notas del Bicentenario/MIRANDO DE ARRIBA


Es inaudito utilizar este bicentenario del grito independentista del 25 de mayo de 1809 con fines políticos. Cuando en Ravelo Evo Morales desconoce el aporte de los doctores de Charcas en la gesta libertaria tergiversa la historia. En primer lugar, se festejan los doscientos años de un hecho concreto, de la proclama chuquisaqueña de Jaime Zudáñez, Bernardo Monteagudo y otros. No recordamos la rebelión de Túpac Katari, ni la de Túpac Amaru, porque existe algo que se llama calendario y esas rebeliones no concuerdan con este día de mayo. No implica aquello desdeñar la importancia de los alzamientos indígenas
mencionados. No hay historiador tan ciego para negarlos. Ni tampoco que en aquel año de 1809 se desconociera la existencia del indio en los planes independentistas. No en vano escribe Monteagudo su célebre diálogo entre Atahualpa y Fernando VII.
Hay que ser honestos. No nos embarquemos en la manera estalinista de hacer historia, desapareciendo personajes, acontecimientos, ideas. No puede Evo Morales fundar la esperanza de que los aymaras -primero- y los demás pueblos aborígenes por extensión, son los creadores de todo lo que transita la tierra. No es cierto. La independencia fue una conjunción de fuerzas étnicamente diversas que se opusieron a España, y en ella se incluían no sólo criollos -el motor ideológico- sino también nativos e incluso españoles (ahí está Juan Antonio Alvarez de Arenales, supuestamente nacido en la península ibérica y cuya importancia es fundamental en la liberación de América).
No se trata de un concurso de ganar a como dé lugar. Claro que la demagogia sirve para malilustrar a una turba no notable por su conocimiento o análisis. Reconociendo la gesta de los Amaru y Katari, Simón Bolívar va más lejos en la cronología al aceptar como antecedente directo de la independencia americana a Lope de Aguirre, controvertido soldado de Gonzalo Pizarro que en marzo de 1561 se proclama príncipe del Perú, Tierra Firme y Chile, subversión en contra de la corona española que le costara la vida.
Se pueden manipular los papeles de los personajes en una historia generalmente escrita con intereses de las clases dominantes. Que se obvió al indio en su redacción es una realidad, pero querer apropiarse de los méritos de una revolución extensa en todo sentido es mentir. Evo Morales no sería quien es si no hubiesen existido Jaime Zudáñez, Juana Azurduy, Arenales o Güemes; o Warnes y el cura Muñecas, sin contar sus ancestros originales. No sería nadie sin Murillo, Camargo, Padilla y Lanza. Y nadie sería sin España en América. Así de claro.
25/5/09

Publicado en Opinión (Cochabamba), mayo 2009

Imagen: Juana Azurduy, en un sello argentino

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