Friday, November 19, 2010

Reflejos y tal vez reflexiones/MIRANDO DE ARRIBA


Si abstrayéramos los edificios, la multitud de restaurantes, muchedumbre, automóviles, una que otra “empresa” diría que en treinta años aquí no cambió nada. En algunos casos decayó. En muchos.
Miro desde la plazuela de Cala-Cala, al borde de unas salteñas que son, sí, inmemoriales, la plazuela donde jugué con mis amigos de primaria, las ruinas de una acequia que sirvió de río de competencias de barcos (palitos y ramas), y me doy cuenta que entonces era verde, tenía una especie de remanso de agua protegido por unos bordes; hoy los plásticos desechados por la comida rápida corren con el viento a entramarse en las patas de las sillas, en los troncos de palmeras de la avenida, en más basura acumulada. Y pienso en el dinero que el presidente gasta en lujurias de advenedizo matón, de caprichoso, caprichosito en cochabambino, y reconozco que algo falla.
No leí los diarios hoy para no alimentarme de mentiras, de Sudáfricas a donde nunca se lo invitó, de papados que jamás lo convocaron, de la mitomanía predilecta e irreconciliable de este pueblo que en el fondo amo pero que duele. Algunos conocidos intentarán recriminar mi pesimismo, porque ellos, como tal vez es común y corriente, ven la revolución con ojos de dinero. Su empeño masista de circunstancia ni siquiera se compara al romanticismo que alegó Drieu La Rochelle en su complacencia con el fascismo, o el aun mayor compromiso con la derecha de Brasillac. Bolivia es región donde lo ideológico escapa a la importancia, donde la avidez de lucro y los entarimados de chicharrones junto a canchas de fútbol y consabida “cervecita” pueden regir el destino nacional.
Gobierno, diputación, senado, ejército, instituciones varias con distintas siglas hacen de manto para un rostro general y natural que ni trasciende ni avanza. Que en ocasiones se quedó en mi infancia y en otras en centuria atrás (siendo benévolo en la cronología). El drama de Uncía ataca con saña las primeras planas. Eso también se desvanecerá, finalmente la muerte por violencia y abuso es parte consensual de nuestro ser, como lo son la corrupción y el atraco, sean campesinos, policías, burgueses, generales u obispos los infractores para quienes no existe sanción.
El Palacio Quemado utiliza el nombre de Marcelo Quiroga Santa Cruz a su antojo mientras es cómplice de ocultamiento y de falsía junto a sus aliados de uniforme. Pienso en los ayllus de alrededor de Llallagua y Uncía, en la zona quechua común donde se tejen los textiles nativos más bellos del país, y cuesta creer que los comunarios de Qaqachaca, supuestos asesinos hasta que no se pruebe lo contrario, son los mismos que tejen míticos animales y aves grotescas en finos y coloridos awayos.
Todo sucede, pasa y permanece. Nada se transforma. Ni el próximo viaje del presidente, pagado por los que trabajan y disfrutado por los que no.
14/6/2010

Publicado en Opinión (Cochabamba), 15/junio/2010

Imagen: Chuspa andina (Aymara) de Qaqachaca

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