Monday, March 14, 2011

Las Crónicas de Narnia/ECLECTICA


En 1990, en la húmeda primavera de Virginia, de frente al balcón al borde del bosque, miré en televisión por vez primera las "Crónicas de Narnia", en una producción de diez horas de la BBC. Fue mi introducción al mundo de Clive Staples Lewis, escritor nacido en Belfast, profesor, en Oxford y Cambridge, de lengua inglesa, medieval y renacentista. Apologista cristiano, escribió diversos textos relacionados con la materia, siendo más conocido por su serie de Narnia que se ha convertido en un clásico infantil en los países angloparlantes. En 1993 el director Richard Attenborough filmó "Shadowlands", relato de la vida del retirado profesor y su relación con la poeta norteamericana Joy Gresham.
Ayer por la tarde, en la inercia de las vacaciones, apaciguados los ánimos de compras de la multitud, y con un invierno que se ha relajado en comparación a otros años, entro con mis hijas al oscuro pabellón del Cinema Latino, en Aurora, para ver la nueva producción de las "Crónicas..." -con la garantía de esperar la magnificencia tecnológica que tuvo el tríptico del "Señor de los anillos", de Tolkien/Jackson- en la adaptación cinematográfica de otra maravillosa fantasía literaria.
Fuera de lo que se pueda especular sobre el libro (los libros) y su nexo con la eterna confrontación entre el bien y el mal, o, incluso, con ciertas tendencias metafísicas y hasta religiosas del relato, queda en sus páginas, o en la pantalla según comentamos hoy, una dulcificante experiencia del mundo fantástico, la posibilidad -universal- de que detrás de cualquier burdo ropero se abra un mundo de aventura e imaginación. Así se deben tomar estas crónicas de sabiduría animal, de árboles que participan en conjuras y hazañas, de niños que cargan en sus manos, sin necesidad de adultos que supervisen, la solución de problemas mayores de los que podrían siquiera imaginar en su cotidiano mundo de desidia, o de dolor -los protagonistas son refugiados de guerra en la campiña inglesa, ante un Londres avasallado por las bombas fascistas.
Al igual que con los libros de JRR Tolkien, de los cuales Peter Jackson hizo tres películas, el director Andrew Adamson inicia la serie de CS Lewis con "The Lion, the Witch and the Wardrobe". Si continúa en el empeño veremos en el lapso de un par de años las secuelas a esta primera parte, que, siguiendo el paso de la BBC, serían "Prince Caspian and the Voyage of the Dawn Treader" y "The Silver Chair". Esperemos que se logre, en parte para extender estas obras hacia otras regiones donde son poco conocidas.
Cierto, me comentan las niñas, que viendo el filme de Adamson hay un vacío si no se conoce el contexto general. Tal vez por eso, y porque lo requiere el mercado, la épica suplanta los espacios que el diálogo y la narración misma debieran haber llenado (volvemos a Tolkien y a la expresión fílmica de sus páginas); lo épico adquiere primacía. Aslan, el rey león de Narnia, juega en la obra escrita -y en la serie de la BBC- un rol más filosófico que guerrero. No en Adamson, sin que esa omisión le reste belleza a este más que recomendable trabajo. Es la guerra primero. Y la guerra, con la tecnología actual, viene a ser la parte más sencilla de representar, y la más imaginativa. Hay tanto en Jackson como en Adamson una profusión de seres extraordinarios que ni Borges hubiese imaginado cuando elucubraba sobre seres mitológicos.
Mis hijas crecieron mirando y leyendo las crónicas de CS Lewis. Ha sido una de mis importantes experiencias de la emigración. Asumo su recuerdo como propio de los primeros tiempos de mi exilio voluntario. Volver a verlo, de la mano de dos chicas que han crecido y pletóricas de ideas y de saberes que apenas percibo, me satisface. Estas más de dos horas sumidos en la oscuridad de la sala, con sonido envolvente que susurra los pasos de la floresta como si estuviese a espaldas nuestras, con rugidos de león y demenciales carreras de lobos; con cuatro humanos perseguidos que entran a Narnia por el ropero para cumplir una profecía que dará fin al invierno y al reinado de la Bruja Blanca, han sido un sueño. En la intemperie, el vaho de la respiración se materializa por el frío. Salimos a una realidad de luces opacas y gente apresurada. No está visible el hogar pero llegando, seguro, esta noche, cada uno de nosotros se esconderá en su peculiar ropero y abrirá las puertas de Narnias aún escondidas.
28/12/05

Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), enero 2006
Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 2006

Imagen: Aslan

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