Friday, March 4, 2011

Muammar al-Qadhafi: el ocaso de un demente


Me equivoqué. Meses atrás, o un año, un par de años, escribí acerca de la paradoja de un mundo que avanzaba frenético en lo tecnológico, la modernidad, y por otro recurría cada vez más a estructuras político religiosas obsoletas, a decir -entonces- el fundamentalismo islámico, y caricaturas menores, verbigracia Evo Morales, con parafernalias circenses muy a gusto de los coterráneos carnavaleros y de los culposos europeos ávidos de lavarse la mácula colonial.

Lo creí, incluso auguré un estado fundamentalista en Irak, luego de la debacle de la invasión y el desastre, cosa que no ocurrió. La rencilla entre secularismo y religión en Palestina ha llegado a punto muerto. Pareciera que Hamas no puede ya extenderse por arriba de lo que logró, y el Líbano de Hezbollah es eso: el Líbano de Hezbollah…

Irán amenazaba. Su ideal de convertirse en definidor de la región, frente a los otros grandes, India y China, y la todavía, aunque de soslayo, influencia rusa, era asunto a tomar muy en cuenta. De pronto, el programa nuclear iraní, la exportación del ideario islámico hacia el mundo, el cuestionamiento de los valores de Occidente como caducos y depravados, en oposición a cierto luminoso retorno al espiritualismo y la mesura, supuestamente reflejados en el Corán, ponían tonos sombríos al futuro. La escisión, el cisma, vino de donde jamás se hubiera pensado: de los países árabes, de una juventud atenazada en la mentira y la miseria por décadas y cuya aspiración es la de participar de forma activa en un mundo nuevo y novedoso, como corresponde, abstrayendo de momento el panorama más amplio que sugiere que las oportunidades por cierto nunca serán las mismas para todos.

Por ahora no interesa. Lo que un verdulero tunecino, Mohamed Bouazizi, inició al prenderse fuego en protesta por la corrupción y la injusticia, ha desembocado en un movimiento cuyas ramificaciones alcanzan cada rincón. Ya no hablamos, en relación a los países árabes, de protestas en contra de los Estados Unidos e Israel, que si bien justificadas se mimetizan por debajo de problemas mayores como son el desempleo, la pobreza, el robo, el enriquecimiento ilícito, la estática de la miseria, mientras los bocones se llenan los bolsillos bajo retóricas ya insufribles como las de la “revolución”, la “igualdad” y etcéteras que semejan haberse hundido en el marasmo de los desperdicios.

Said Gafurov, economista ruso de origen asiático, y estudioso del fenómeno Qadhafi y Libia, escribía en 2004 acerca de las similitudes de las políticas social y económica del líder libio con los escritos de Pedro Kropotkin, a quien, afirma, dudosamente conociera el coronel. Su teoría da detalles “concretos” de su aseveración, y se podría en algún momento ceder ante el embeleso de que Libia fuese el primer lugar histórico en donde el discurso kropotkiniano anárquico se estuviera experimentando de manera real. Nada más falso, presuntuoso y especulativo. Sus generalidades también darían lugar a declarar el reino de Evo Morales-Alvaro García Linera, en Bolivia, como una sociedad anarquista regida por comités populares, el gobierno de la masa. Este tipo de demagogia ejercida en Libia, Bolivia, Venezuela y otros esconde el detalle sobre quién agarra el mango de la sartén, y quién se beneficia materialmente con la falacia del mandato popular.

Un amigo me decía que al fin en Bolivia “el indio estaba en el poder”; lo hacía a la vez que cosechaba réditos de su adhesión lambiscona al masismo, en forma de tierras, contratos, con prerrogativas que no tienen el indio ni el ciudadano común, y que no tendrán. Aparte, y caso semejante entre esa región de Noráfrica y el centro de Sudamérica, se pone en juego el aspecto mesiánico -nada más lejos de Kropotkin, Proudhon o Bakunin- para legalizar el oprobio, el saqueo nacional en beneficio de pocos. Hoy Alvaro García Linera canoniza al inconmensurable Evo y a su patria de nacimiento. Habla, marxista poco ortodoxo es obvio, de lugares “sagrados”, e insta a “rezar” por el bien del semidiós camino de ser dios, cómodo lugar desde donde se podrá lucrar sin temor a cuestionamiento o crítica. Muammar al-Qadhafi dice, mientras asesina a los que protestan, que “los que no me aman merecen la muerte”; lee del Libro Verde el castigo por disentir. Por supuesto, él ha sido ungido con el bastón de la realeza, al mismo tiempo que con el de la divinidad, y su grandeza no puede ser criticada y menos mancillada por la chusma, que en turba se levanta en defensa de elementales derechos de libertad y supervivencia.

Nadie esperaba embate tal en pueblos que se daban -los daba yo- por perdidos en la maraña psico-religiosa de los últimos años. Sin duda la juventud árabe mira hacia occidente, a su relativa estabilidad democrática, a un nivel de vida que a pesar de los espejismos del capital sobrepasa la pobreza asoladora de sus naciones. Y no es que se quiera minimizar el proceso social cuando se afirma el rol jugado por las redes sociales, Facebook, Twitter, en la organización de la protesta. No se trata de “a Facebook or a Twitter Revolution”, sencillamente se utiliza un medio masivo de insospechado alcance para coordinar tácticas y estrategias, o sólo para informar y convocar por encima de los medios tradicionales y por debajo de cualquier espionaje o represión, los pasos a tomar en cuanto a la realidad que se vive y se desea transformar.

Túnez, Egipto, Bahrain, Yemén, Libia, pronto Argelia, Irak, Marruecos, Arabia Saudita, quizá Siria y Jordania, la secesión del Darfur sudanés y, al final quiéralo así la historia, Irán, ya subvirtieron el viejo orden y lo han de volcar, fundar otro cuyas bases se asienten idealmente en el respeto a la libertad, aunque bien sabemos cuánta ficción existe en esa libertad mentada y mentida en las democracias representativas donde también se explota. ¿El mal menor? Tal vez por el momento, en un siglo aún incierto, sin saber el rumbo que ha de tomar el mundo. Pero no hablamos ya de destinos premeditados. Lenin se ha hecho, esta vez para siempre, anacrónico, junto a Mao, a Hitler, bin Laden, a cuantos nombres se desee incluir en la galería de defenestrados notables. Marx tambalea en la cuerda floja, pero buena parte de su teoría económica puede sin embargo todavía servir como explicativa. El empobrecimiento de un gran sector de la sociedad norteamericana da posible cabida a que se tenga que hablar en EUA de algunos aspectos sociales, económicos, en términos marxistas. Pero, claro, las ideologías como las entendimos hasta ahora huelen ya a responso. Incluso la enigmática Bolivia de “socialismo comunitario”, similar al “socialismo islámico” de Qadhafi, llama a contravenir las teorías formales y a reinventar la historia.

El hecho de mayor importancia de lo que ocurre en el Mahgreb es que el islamismo si bien se ha adherido a las protestas ha sido dejado de lado como protagonista o siquiera instigador. La revolución irania fue el mejor ejemplo de aprovechamiento de los ayatolas e imanes de un alzamiento popular. En principio, lo que pasó en Persia se debió a la lucha de la izquierda o al liberalismo de centro que no soportaba la permanencia de un régimen represivo, corrupto, elitista. Lo que no supo la oposición fue no dejarse avasallar por las corrientes religiosas que azuzaba Khomeini. Los revolucionarios que derrocaron al Sha terminaron en prisiones o ejecutados por sus eventuales aliados. Error que no parece ha de repetirse acá. La Hermandad Islámica egipcia, a pesar de su alta calidad organizativa, actúa al margen de un instante que la excede. Por supuesto perdura el riesgo de repetirse el síndrome persa en cualquiera de estos países, aunque lo dudo. Hay, y no es factor menor, una explosión tecnológica que revoluciona el orbe. La ciencia como nunca permite al individuo sobrepasar la manipulación u ordenanzas de los gobiernos. La tierra se ha convertido en un ventanal desde el cual se contempla todo en perspectiva. Y poco pueden hacer magnates, oligarcas y tiranos para prohibir el acceso a la información, al conocimiento como se tiene ahora.

Los días de la dinastía Qadhafi están contados. Ojalá se pueda evitar una salida “decorosa” para el dictador, como quizá quisieran los que hasta ayer fueron sus socios: Europa en grande, Italia en particular, y hasta los Estados Unidos, que, junto a Gran Bretaña, dieron la opción al coronel de amigarse con Occidente, con miras a aprovechar no sólo el petróleo sino el más apetecible gas natural que Libia tiene en grandes reservas. Se le perdonó un pasado irreverente y criminal para acceder a las riquezas. Hoy, con un inmenso pero, Occidente está ante la disyuntiva de apostar por el futuro o apostar por la obsolencia, porque el movimiento de los jóvenes árabes también afectará a los ricos del orbe. Volvemos a lo mismo: aquí se exige un borrón y un reescribirse el contexto.

Muammar al-Qadhafi y sus crías terminarán colgando de faroles como frutos muertos de un detestable pasado. Precio que hay que pagar. Sus dotes de bufón y cortesano ya no bastan para salvarle la vida. Ahora verá cuánto dura la confianza de sus “amigos”. No hay peor soledad que la de un dictador. Al final el último amigo que le queda es una burda cuerda entrelazada en las manos de un ignoto verdugo. Saddam Hussein lo supo. Cuando le ajustaron el cuello llevaba un modesto terno sin corbata; no se había rasurado. Cuando Qadhafi se retuerza en la horca que le instruirá el “pueblo” del que tanto habló, sus entorchados y sedas y oros y tules que lo decoran no servirán para mucho, ni para limpiarle los orines chorreando por los pantalones otrora omnipotentes. De nada le servirán sus billones. Erró en su apuesta. Se mareó como se marean aquellos que creen ser elegidos, que aspiran a quedarse en el poder eternamente como un principesco don natural.

Volviendo a la comparación de Gafurov, me gustaría ver en qué parte del pensamiento ácrata se estipula el desmesurado enriquecimiento de los guías. No imagino a Buenaventura Durruti pagando, como los hijos de Qadhafi, un millón de dólares a Mariah Carey por cuatro canciones. En primer lugar, no estaría allí, y menos escuchando a esa aullante ninfa de la mediocridad, y mucho menos gastándose el dinero de los que trabajan. La riqueza de ellos desmiente cualquier palabreja que hayan escupido en torno a revoluciones e igualitarismo.

No hubo democracia popular ni gobierno de masas en Libia sino una exultante megalomanía y crimen. Que el coronel diese dinero y apoyo a los combatientes de la liberación palestina, los irlandeses del ERI, que alabase a los japoneses de Omori y considerara a la Fracción del Ejército Rojo alemán (Baader-Meinhof) como luchadores de la libertad no lo aliviana de pecado. Siempre me pareció una contradicción, que tal vez entienda por la coyuntura, las circunstancias, que gente como los alemanes del FER recurriesen a la ayuda de Qadhafi o Idi Amin. No era Che Guevara a pesar de intentar serlo. Al menos a Che la muerte lo liberó de las pésimas posibilidades que brinda el poder.

¿Las lecciones de Libia? Sorprende el silencio de otro descollante milico bufón: Hugo Chávez. En principio rebuznó cuando lo de Egipto. Ahora calla, porque lo que se desarrolla en Libia puede bien ser próximo panorama propio. Por eso cedió ante los estudiantes huelguistas. De pronto, tal vez no es tan tonto y su imbecilidad es sólo producto de la maledicencia popular, y se da cuenta que el tablero está cambiando: que el juego de los peones importa más que el de los reyes, y que el fin de Qadhafi también puede ser el suyo en las inesperadas vueltas de la vida. Le convendría vestirse de demócrata, pero supongo que es tarde, y la encrucijada en la que se ha metido ya no viene de caminos llanos mas de recovecos donde se ocultan insospechadas intrigas y seguros castigos. Pobre Hugo, se habrá despertado del sueño y visto que sus deseos de presidencia eterna son neblina. Qadhafi carece de vías de escape, con las que todavía cuenta él. Pobre Hugo, tal vez te perdonen... ¿Qué hacer? El único que parece no darse cuenta es el fementido Evo, aleteando en un universo que le inventaron y que le quedó grande. Porque, seamos precisos en esto, la espada de Damocles ya le cayó a Evo en la cabeza y la riqueza que habrá acumulado emulando a su carnal libio puede que le sirva mejor para la fuga. No se malentienda, en Bolivia no pasará lo de Libia; en Bolivia lo de Libia es pan de cada día y siempre lo fue, y sueña el pobre hombre al que le hicieron creer que era Dios con la eternidad, cuando su poder tal vez ni llegue a su próximo cumpleaños.

Y que Al-Qadhafi no descanse en paz.
26/2/2011

Publicado en Semanario Uno 399 (Santa Cruz de la Sierra), 4/3/2011

Imágenes: Caricaturas de Hassan Bleibel (Líbano), 2011

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