Wednesday, September 7, 2011

Los falsos profetas/ECLÉCTICA


Décadas atrás había un grupo de rock, Black Sabbath, que representaba el lado más oscuro, supuestamente revolucionario de la música moderna. Sin grandes dotes musicales en comparación a otros conjuntos, ellos suplían esta falta con afrentas imposibles al status quo. La casi veneración por lo satánico, lo malévolo que ofertaban se oponía al tibio universo cuasi-religioso imperante, o deseoso de imperar. Marilyn Manson, hoy, emularía en algo la figura de Black Sabbath, con la diferencia que Manson, a pesar de su extravagancia y aspecto desafiante, tiene criterio, amplia opinión acerca del mundo que habitamos. Manson se enemista con frailes, milicos y republicanos y no ha faltado político o reverendo de escasa visión que lo acuse de promover la desdicha de los Estados Unidos, tan grandes, tan ricos y tan desvalidos por su carencia de futuro como de historia. Quieren cargar a Marilyn Manson con la pesada culpa nacional.

Ozzy Osbourne era el líder de la agrupación Black Sabbath. Estrafalario más que sofisticado, alcanzó a tener popularidad hasta en los remotos espacios del tercer mundo. Usual encontrarlo en los mercados latinoamericanos entre bananos y artesanía andina, codo a codo con los huayñeros de moda e infaltable en las vaporosas sesiones marihuanas de la inteligencia local. Cualquiera hubiera imaginado que individuo tal pasaría a la posteridad como mácula indeseable de un tiempo perdido. Pero hay un asunto de mayor importancia que reputación, fama o trascendencia: dinero, icono moderno que reemplaza la figura romántica del demonio y que puede todo corromper.

Osbourne cedió, como una gran lista de otros, a su sutil encanto. Ofrendó en aras de la prosperidad su frágil filosofía. E incluyó en la venta a esposa, hijos, mascotas y quizá hasta la hoy infaltable (en casa que se precie) criada que habla español. Firmó contrato con la televisión para hacer una popular serie "The Osbournes" que sigue de cerca la vida de esta (no)tradicional familia moderna. En apariencia Ozzy sigue siendo el mismo irreverente de siempre, mas bajo la superficial imagen particular suya y de su grey se esconde el mensaje conservador de "nosotros podemos aceptar -y festejar- ciertas extravagancias mientras no afecten nuestra estructura interna". Ozzy es un engendro ideal de la propaganda capitalista. Una oveja que ha vuelto al redil, a la que se le conserva la lana negra porque se adecúa a la política propuesta y tal vez para indicar que en este maravilloso capítulo de la libre empresa cabe cualquier color.

Lejos están los días en que alguna música tuvo rastros de rebelión. Jim Morrison, Hendrix, Joplin y Lennon tuvieron la suerte de morir. Muerte que pudre, muerte que limpia. Los otrora desaseados muchachos de las barriadas obreras, que se alzaron a fuerza de talento y precisas circunstancias por encima de su destino, en Liverpool o New York, suelen frecuentar la élite de alfombras rojas y frotarse con condesas rusas y pederastas príncipes de Gales. Con suerte quizá luzcan medallas y el que antes fuera simplemente Elton John, pianista... prefiere apodarse "Sir" porque le dignaron una migaja de dudosa nobleza...
17/2/04

Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), febrero, 2004

Imagen: Peter Linde Busk/The Wall-To-Wall Is Calling, It Lingers, Then You Forget (No, No, No, No, You’re A Rock N’ Roll Suicide), 2010

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