Wednesday, September 7, 2011

Manuela Sáenz en filme/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Diego Rísquez, cineasta venezolano, habla que su fílmica representa una manera de rescatar la historia mística tanto como la historia real de su país. "Manuela Sáenz sobresale dentro de ese mundo".

Olvidada, aunque más malinterpretada, esta patriota quiteña fue, ha sido, objeto de una tendenciosa campaña de desprestigio. En 1883, el primer centenario del nacimiento de Simón Bolívar, el gobierno de Venezuela imprimió las monumentales memorias de la campaña libertadora del irlandés Daniel Florencio O'Leary, compañero del Libertador y fiel amigo de la Sáenz hasta su muerte, con una objeción: la de no permitir se imprimiesen, como parte de la obra a la que pertenecían, las cartas amatorias de la pareja. Se ordenó quemar esos específicos originales del libro que mostraban, según los encargados de la publicación, la "ropa sucia" de un gran hombre.

¿Cuál fue, en opinión general, el pecado de esta mujer? Está la anciana e hipócrita cuestión del adulterio, permitida para el sexo masculino y literalmente lapidatoria para las mujeres: hoy, en Nigeria, se apedrea hasta la muerte a aquella que ha buscado en otro hombre, fuera de su esposo, los recovecos de la alegría y del placer. Imagínense un fuego esplendente, como sería Manuela Sáenz, en nada más aburrido que estar casada con un inglés. No cabe pecado -pienso- en matizar con sutiles cuernos la insufrible testa de estos isleños rubios.

"Manuela Sáenz, la libertadora del Libertador" (Venezuela, 2000), intenta personalizar a esta heroína, darle un espacio propio en la historia. Se ha criticado el filme como una extensión del retrato usual de Manuela, cuya vida en apariencia se reduce a su relación con Bolívar, a pesar de su actividad revolucionaria antes y después de su conocimiento del líder. Crítica que parece injustificada porque era obvio que bajo ese título se cobijaba un tiempo concreto de la existencia de tal mujer.

Manuela murió de peste en el escondido puerto peruano de Paita. El guión, nacido de un libro de Alfonso Rumazo González, incluye la interesante aparición de Herman Melville, joven, que arriba a Paita en un ballenero norteamericano (eran los únicos barcos que anclaban allí) y busca a Manuela para aprehender en ella los vahos de pasada gloria. No sé si Melville, quien en la película va ideando su relato de la ballena -blanca tiene que ser, le dice Manuela Sáenz- entendía algo de la guerra patria. Sin embargo su inclusión es feliz, conjuga el arte con la historia, una síntesis de lo que Manuela fue.
15/02/04

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Publicado en Opinión (Cochabamba), febrero, 2004

Imagen: Manuela Sáenz, en una emisión postal del Ecuador, 2010

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