Thursday, October 13, 2011

Obituario/MIRANDO DE ARRIBA


Dicen que no hay muerto malo pero se equivocan; los hay y muy malos. Debemos desechar esa lógica absurda y arriesgada de creer que la muerte garantiza santidad u olvido.

No hay fin que pueda dorar al funesto personaje llamado Ronald Reagan, fallecido, felizmente para él, en su cama y rodeado del aprecio en apariencia general de su gente.

Actor de segunda, supo elevarse como showman, como clown, en una sociedad acostumbrada a escenificar todo. Es obligatorio, por ejemplo, para un político, iniciar su discurso con un par de bromas prefabricadas que relajen la tensión y evidencien cierto brillo en el por lo común opaco raciocinio de este género. Reagan fue un maestro bufón, que en medio de sus "travesuras" puso al mundo al borde de la guerra permanente, soñó con armas interestelares e hizo lo imposible para debilitar a otros payasos más adustos que él: los longevos, longetudinarios líderes soviéticos.

El sábado, día en que ocurrió el deceso, más el domingo, los canales televisivos se encargaron de atormentar al público con los detalles mínimos de la vida de dicho individuo, sorprendiendo en particular que incluso sus rivales demócratas lo elogiasen sin límite. La desaparición de la crítica no es síntoma de la buena salud de un sistema democrático. El por qué no hay quienes acusen abiertamente los crímenes contra la humanidad cometidos por el occiso sólo significa que se ha dado vigencia a la falsedad.

Bill Clinton hizo emitir sellos postales con la imagen del delincuente Nixon. John Kerry, si sale elegido presidente, seguramente ensuciará la correspondencia con la sonrisa y el sombrero ronaldreganianos, queriendo hacer creer -aunque ya nadie les cree- que en los Estados Unidos la política es un prado de decencia. Con gusto se diría ¡allá ellos! pero "ellos" deciden por encima nuestro el destino que tendremos.

Ya que nos privamos en domingo de asistir a cualquier misa, de hacerle el quite a la palabra de dios, no es justo que nos castiguen tanto con esta vida ejemplar en la pantalla. Finalmente, si Ronald Reagan fue tan bueno como dicen, que lo incluyan en algún santoral que no faltará quien le rece.

La suerte sonríe: en un canal pasan en vivo la final de tenis en Roland Garros. Juegan dos argentinos, Coria y Gaudio. Aparece Guillermo Vilas con una muchacha camboyana. Un poco de llanto platense, alegría sudamericana, importan más que tal muerto.
5/6/04

Publicado en Opinión (Cochabamba), junio, 2004

Imagen: Ronald Reagan en una caricatura de Darracu, 2008

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