Tuesday, October 25, 2011

Octubre/MIRANDO DE ABAJO


Termina octubre. No de forma tan dramática como se esperaba. El poder se ha sacudido algo, pero no ha caído ni se ha transformado. ¿Inconsistencia? Más bien normalidad, naturaleza de un lugar cuyas pautas no se marcan por rigurosidades de ningún tipo, menos ideológicas. Evo Morales, la oposición, los indígenas de las diversas agrupaciones, las Bartolinas, órgano electoral, diputados, senadores, se mueven con la misma dinámica, circunstancial e inesperada, con que siempre se ha hecho. Nada nuevo bajo el sol, dirían los sentenciosos. Nada seguro ni concreto.

El autócrata, si algo se puede creer en un marasmo tan frágil como el que solemos habitar, pareciera haber sido puesto, otra vez, entre la espada y la pared. “Sintiéndolo”, ya que no lo analiza, semeja ceder, aunque su idea de gobierno y estado no difiere de la de un niño caprichoso que se saldrá con la suya. En Bolivia las cosas se deciden en un “golpe de dados”. Es territorio regido por el azar. El amo quizá enfrenta una nueva situación, aquella que lo ubica entre dos senderos, el de dominar para sí y los otros asociados a sus intereses, mayormente económicos, o el de hacerlo en propio y único beneficio (por allí pasa su tercer mandato). Tiene que llegar un momento en que se enfrente al grupo duro de sus bases, no al indígena que ha sido, como en todo gobierno, el pretexto para cambios que jamás se dieron, sino al otro, la nueva burguesía, mestiza y sui géneris, que se va consolidando alrededor del narcotráfico y demás delitos colectivos. Por eso chilla Leonilda Zurita, tratando de reencaminar al líder, o de recordarle que sin ellos no existe, en el traspié que (di)simula dar en cuanto al TIPNIS.

Una cosa en apariencia no va sin la otra. Pero volvemos al inicio, de que todo es posible, nada queda fuera de las posibilidades. Los enemigos de hoy podrían ser los amigos de mañana; recuérdese a Bánzer recibiendo el apoyo democrático de las pasadas víctimas de sus desmanes (¡!) Los estamentos de poder en el país forman parte de la común mercadería. Aunque haya lugar el regateo, todo está disponible y tiene un precio. Todavía somos un país que balbucea, gracias a que a ningún gobernante, a ninguno, le interesó consolidarlo desde su base educativa. La precariedad con que se construyen las cosas, incluyendo el individuo, resulta en endebles estructuras. El hecho de que la cabeza del aparato electoral sea en práctica casi un iletrado, a pesar de cualquier título de “doctor” que presente, no sólo muestra el grado inmenso de corrupción en que nadamos, sino la ya mencionada precariedad hasta de la condición humana.

Fácil criticarlo, decirlo, publicarlo. Pero es que la labor de superarnos, de exceder las taras que heredamos y perduramos en nuestra acción diaria, llevará generaciones. Y cada vez estamos más lejos, mientras las facciones bregan con denuedo por parte del pastel, por levantar un entarimado de escasas fundaciones, soslayando el asunto de que en condiciones tales seguimos maniatados, y sólo, de a ratos, explotamos con grandeza épica en situaciones como la última marcha indígena, la reacción de las poblaciones del Beni ante la injusticia gobernante, o la magnificencia del recibimiento que hizo a los marchistas la ciudad de La Paz. Momentos sublimes, visión de que late la capacidad de epopeya… que se esfuma pronto frente a la cruda realidad de devaneo e ilusión.

Hablábamos de Morales y terminamos con digresiones. Es que Morales no es ni el “indio maldito”, ni el epítome del error. Representa lo que somos y se maneja con nuestros recursos, como lo hicieran Melgarejo o Campero, o los oligarcas de la plata-estaño junto a los narcos menudos del trópico cochabambino. Nos odiamos en Evo mientras nos adoramos en él. Y esa capacidad autodestructiva, contradictoria, imprevisible, se renueva constante, sin importar el payaso de turno en palacio. Lo aparente siempre se encarama por encima de lo fundamental. Y vence.
24/10/11

Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 25/10/2011

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