Saturday, November 26, 2011

El espinazo del diablo/ECLÉCTICA


Guillermo del Toro filma Cronos en 1993, con las actuaciones de Federico Luppi y Ron Perlman. Relato de inmortalidad y miedo. Mezcla de obsesión y antigüedad. La eterna búsqueda de vencer a la muerte, aunque conseguirlo implique mayor horror que el de la muerte misma.

Trae esta tarde de verano casi cien grados Fahrenheit; las persianas bajas para imitar noche y fundar frescor; otra película, presentada por los hermanos Almodóvar, y dirigida por el mismo del Toro, en coproducción hispano-mexicana. Galletas y migas sobre la cama. El filme: El espinazo del diablo (2001). Transcurre en la España de los últimos tiempos de la guerra civil, algún árido espacio del Jarama, en un orfanato amplio, sombrío, cuyo centro decora una bomba sin explotar clavada en el patio y arrojada por aviones nacionales en oscuridad de nubes con sangre.

Un niño (Santi) es asesinado en las bodegas de la casa por ser testigo incómodo. Moribundo aún, se lo arroja, cargado de sogas, a la piscina que provee de agua la casa. Pena su espectro putrefacto. Otro niño recién llegado, cuyo padre rojo ha muerto en el frente, lo encuentra y a pesar del espanto establece una relación con él, qué hace, cuál la redención que persigue.

El doctor (Federico Luppi), un argentino que halló acogida en la desolación española y que escucha tangos, enseña allí. Al morir, y luego de una larga aunque no muy complicada historia, Gardel quedará cantando en el fonógrafo el vals que Francisco Canaro escribiera para Ada Falcón: yo no sé qué me han hecho tus ojos... Luppi, maestro y tutor, materialista, no cree en aparecidos. El miedo hace ver cosas. Para solventar la institución, embotella y vende en poblados aledaños ron envejecido con fetos jumanos. A la larga, cuando la desgracia se haya abatido sobre la vida y él perezca, se convertirá a su vez en aparición.

El primer fantasma, Santi, cobra al fin venganza de su matador, Jacinto. Pide al muchacho protagonista traérselo a donde vive en el fondo del agua. Luego de una refriega con los internos, éstos empujan al hombre al estanque. Mientras se hunde trata de deshacerse de los pequeños lingotes de oro que ha robado de la escuela y que han sido motivo de la muerte de Santi y los demás. Logra zafarse del metal y se supone que comenzará a subir a la superficie, mas de pronto, en la borrosa turbiedad del líquido, asoma el rostro blanco y descompuesto de "aquel que suspira", que lo abraza y lo arrastra consigo abajo. La boca se ahoga y desespera sin ruido.

La voz del maestro comienza y termina la película preguntándose qué es un fantasma y respondiendo: "un fantasma es quizá un instante de dolor, algo muerto que parece por momentos vivo aún. Un sentimiento suspendido en el tiempo". Bajo esa definición caemos todos y ya evito mirarme en el espejo.
3/7/03

Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), julio, 2003

Imagen: Afiche de propaganda

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