Thursday, November 17, 2011

El ladrón/MIRANDO DE ARRIBA


Se van descubriendo en el exterior varias cuentas secretas de miembros de la dictadura militar chilena, siendo las más prominentes las del general Augusto Pinochet, carnicero de otrora, orate de hoy.

La retórica de patria, familia, la de orden, paz y trabajo o demás similares no son otra cosa que parte de un complejo engaño cuyo fin es el lucro indebido y desmedido, botín aceptado por el Departamento de Estado para pagar a sus lacayos encargados del sucio trabajo de asesinar y destruir bajo slogans de decencia y santidad. Toda esta cáfila de uniformados que asoló y posiblemente vuelva a asolar nuestro desgraciado continente, adjuntó a su política "nacionalista" y "cristiana" una imagen de limpieza, honestidad y altruismo. Veo imágenes del matarife Jorge Rafael Videla entrando a su misa diaria, acompañado de los ominosos colores del clero, desmintiendo la prédica solidaria de aquel pobre Jesús a quien una institución tenebrosa ha colgado eternamente de la cruz para aprovechar la pena que causa su desnudez herida.

El otro, el general que sentado con sus lentes oscuros en los años del golpe militar del 73 parecía el juez del mundo, Pinochet, viene con los años a ser descubierto como un mísero ratero, diferente por cierto a los que roban por hambre y necesidad y que por deficiencias del idioma se juntan con él en una misma denominación.

Hay toda una campaña en Chile, auspiciada por la esposa del indigno... que intenta causar lástima en el público, para evitar castigo, mostrando al jefe castrense como un gordinflón insignificante, casi lelo, incapaz de dañar a nadie. Igual sucedió con Bánzer, en Bolivia, a quien en los últimos tiempos se presentaba como un viejillo conciliador, un gnomo que con tan pobre estatura no podía ejercer mal.

Triste fin el de los tiranos, acorralados en su caída, haciendo una pobre representación de lo que despreciaban. Perdieron su aire; quieren lavarse en la lluvia la sangre ajena. Qué mejor que jugar el papel de tontos, de babear un poco, de no acordarse de nada como el imbécil de Reagan, de rezar como siempre lo hicieron para engañarse a sí mismos con la falsía de otra vida en el más allá.

Un obeso Pinochet sonríe de manera angelical y agita sus manitas saludando al vacío. De qué sirvió el poder si todo se centraba en robar. Debieran conseguirle una silla de mendigo y sentarlo en una esquina para acrecentar su riqueza que por supuesto no cabrá en el féretro que ya los carpinteros preparan.
21/3/05

Publicado en Opinión (Cochabamba), marzo, 2005

Imagen: Velorio de Pinochet

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