Friday, November 18, 2011

El país del plástico/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Por no decir el país de la basura, del desastre ecológico como sería más preciso.

Dada la belleza natural, decidí hacer un viaje entre Cochabamba y el pueblo de Colomi, a unos 80 kilómetros de distancia. Se ven los obvios cambios que una sociedad en transformación presenta: edificaciones modernas, puertas metálicas y cosas similares, con la salvedad que el caos político y social del país parece haberse trasladado a la arquitectura que, triste decirlo, pierde en Bolivia su calidad de arte para convertirse en un conglomerado mestizo ni siquiera de diversas tendencias sino de alucinaciones quizá causadas por la más popular tradición local: alcohol.

Camino de Colomi, atravesando los linderos de la capital cochabambina, entrando en el complejo urbano de Sacaba y continuando hasta subir la cuesta de Melga, la cumbre (Wacanqui), el descenso hacia Illuri Grande e Illuri Chico, el cruce de Aguirre (Khuchicancha), con la final llegada a destino, hay un panorama de desidia permanente, sin que una zona o lugar se diferencie de otro, con algo común a todos ellos: basura.

Toneladas de plástico se acumulan en los bordes del camino: bolsas, botellas y recipientes en los que se vende comida al paso. Detalles que dan idea de un pueblo que nunca para de comer y lógicamente de excrementar, en espacios ausentes cien por ciento de servicios sanitarios para tal propósito. En dos décadas el valle cochabambino pasó de ser un lugar idílico a un inmenso muladar, sin que el hecho parezca afectar el normal desarrollo de la existencia nacional. Colomi, o Cochabamba, como simple ejemplo de un mal que ya semeja ser natural. Imágenes como la de Manfred Reyes Villa pintado sobre las paredes de una antigua casa de Toco, candidateando para su elección milenaria debieran ser imposibles.

Los líderes políticos ni se interesan en el asunto. Tal vez consideran anti-nacional y anti-popular implementar o tratar de hacer políticas que mejoren la situación ambiental. Ninguno parece considerar que hay cosas ajenas al poder. El deseo de robar es tan intenso, tan general, que la pobre mentada “patria”puede hundirse en el fango que nadie intentará rescatarla. Puede haber gas, petróleo, oro, diamantes, lo que quieran pero país que no respeta su digamos “humanidad”no llegará a nada. Basta ver Cliza un domingo en la tarde, en feria, y restregarse los ojos para darnos cuenta que no es un cuadro del Bosco que contemplamos sino una triste y huérfana nación.

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Publicado en Opinión (Cochabamba), julio, 2005

Imagen: Basura plástica

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