Monday, November 21, 2011

Las vacaciones del presidente/MIRANDO DE ARRIBA


Mientras aumenta el número de muertos en Afganistán, mientras un comandante norteamericano es herido en Mosul, mientras el precio de la gasolina se ha más que duplicado desde el inicio de la guerra, George W. Bush da paseos en bicicleta con el ciclista Lance Armstrong en Texas. Dice que también lee -a Elmore Leonard por ahora, un poco y antes de dormir- y conversa, gran conversador que es.

Afuera, a una milla de su rancho Crawford, cientos de personas protestan la guerra iraquí. Todo lo inició una mujer, Cindy Sheenan, que quería entrevistarse con el presidente luego de la muerte de su hijo en Iraq. Entrevista que se abstuvo Bush de aceptar, contradiciendo la cháchara patriótica a la que ha acostumbrado a un pueblo domado. Lo usual, porque no es extraño ni aquí ni en Bolivia ni en ningún lado, es que los hijos de los jerarcas evadan el servicio que supuestamente la "patria" les demanda. Difícil que mister Bush sacrificase a sus dos hijas que se divierten magníficamente mientras sus contemporáneos perecen de manera absurda muy lejos.

Alrededor de Cindy Sheenan se han agrupado muchos. Algunos porque es una inmejorable oportunidad política de embarrar al gobierno; otros por genuino impulso de paz, y varios sin duda a quienes duele que se derrame sangre norteamericana que, parece, es sangre diferente a todas las sangres.

Esta mujer está logrando con su dolor lo que las medias tintas del partido demócrata no lograron en un lustro: hacer dubitar a la estructura del poder. Salvadas las diferencias, mujeres fueron las que rompieron la estabilidad, política y emocional, del tirano Banzer, pequeño como enano de circo pero malo. Da para pensar, que los machos en serio son ellas...

El señor Bush recordará el verano del 2005; se lo refregarán sus partidarios que a raíz de esto posiblemente pierdan importantes elecciones futuras. Que se pasee por el cercado que le pertenece y que lo mantiene alejado de la realidad, aunque lo acompañe el múltiple ganador del Tour de France, no lo libra de la presencia de esa madre que vino para hablar de su hijo y resultó hablando del tumulto de jóvenes en Mesopotamia. Ella, sola incluso, sin otra arma que su figura dolida y acusadora, puede -quizá- remover las cosas de su lugar. Hasta ahora semejaban inamovibles, inmóviles, sacrosantas en el imperio del terror que ha instaurado la sociedad Bush, un miedo pánico aun más tenebroso que el que tejen los fundamentalistas.
22/8/05

Publicado en Opinión (Cochabamba), agosto, 2005

Imagen: Protestas en el mundo contra las guerras de Irak y Afganistán

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