Tuesday, November 8, 2011

Los libros ocultos/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Uno pasa la vida andando de biblioteca en biblioteca, de librería a tienda de antigüedades, buscando en el don de la palabra escrita las respuestas que no halló en vida ni religión. Y finalmente ya ni la respuesta importa, sólo el hecho de indagar y descubrir entre páginas amarillas la condensación del pensamiento y de la historia.

Se habla, no sin fundamento, de la pobreza de las bibliotecas bolivianas. Tal vez esta aserción se refiera a que, debido a recursos escasos, no se renueva el material de que disponen. Así, estancadas, las bibliotecas nacionales tienen sin embargo libros de qué preciarse, que vienen de un tiempo no demasiado lejano cuando sobre todo la República Argentina producía libros como ningún otro país en el orbe. Allí se traducía -directo- de todas las lenguas al castellano, obras que se abrían paso a través de las fronteras desarrollando y creando una sólida base de artistas e intelectuales latinoamericanos que fermentarían la aparición del Boom.

Editoras como Claridad, Tor, incluso Billiken, Siglo Veinte, Sopena, publicaban a Dostoievski, Andreiev, Barbey D'Aurevilly, Gide y Victor Hugo, gracias a lo cual, y parafraseando a Carlos Fuentes en Denver, los futuros escritores se permearon de lo mejor de afuera. Esta feliz combinación de cultura mundial, sumada a la exuberancia americana fueron, entre otras, una de las causas de la posterior gran producción literaria del sur.

Esos libros, de aquellas viejas editoriales de Buenos Aires, duermen aún en los estantes de, por ejemplo, dos bibliotecas en Cochabamba. La Central sobre la avenida Heroínas y la universitaria de la mal llamada San Simón (Universidad Autónoma Simón Bolívar, como es y debiera). En ambas hay intocadas joyas que aún tienen las hojas pegadas por las que se debe pasar el carnet de identidad y abrirlas suavemente. Por sólo citar dos volúmenes en la universidad: "La conspiración de los iguales", de Ilia Ehrenburg, hermosa novela que detalla la gesta, o la tragedia según se mire, de Graco Babeuf. Dos: una historia de la revolución francesa por el príncipe ácrata Kropotkin, con prefacio, si no recuerdo mal, de Benito Mussolini. Extraño en apariencia pero no inverosímil, si se leen las memorias de la revolucionaria rusa Angélica Balabanoff, su amiga, cuya obra se concentra en un tríptico que incluía a Lenin, Trotsky y al Duce. Algún ejemplar de estas memorias quizá descansa aún, en la Villa Moderna de Quillacollo, en la buhardilla criolla de mi amigo Abel Bustamante. Sobran títulos y autores, en anaqueles y rincones, como bellas durmientes.
19/09/04

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Publicado en Opinión (Cochabamba), septiembre, 2004

Imagen: Crimen y Castigo, Editorial TOR, 1948

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