Saturday, November 12, 2011

País de atletas/MONÓCULO


Parece un contrasentido, pero si nos escuchamos no existe país mejor en cualquiera de las ramas de la vida y el saber humanos. Cuando Ronald Raldes increpó al ahora mejor futbolista del mundo, Leonel Messi, en el encuentro sudamericano entre Argentina y Bolivia, alcanzamos la gloria. Había que mostrar al mundo quiénes éramos ¿Pero en qué?

Tengo 51 años y siempre fue así. Y siempre las desilusiones se han ido amontonando, despojando a la realidad de su antifaz. Hace poco, en largas horas siguiendo los Juegos Panamericanos por televisión, sólo en dos ocasiones he visto compatriotas en alguna disciplina. Ambas mujeres, una en ciclismo de larga distancia y la otra en carrera de 800 metros planos. Doloroso, porque además no sabemos reaccionar ante las certezas, no bien al menos. Y terminé burlándome, ante mi esposa brasilera, de la performance de aquellas dos mujeres a las que juzgo sin saber ningún detalle, haciendo mofa de mí mismo. Ese épico Raldes de un partido de fútbol, luego de un par de derrotas fue desplazado hacia el fondo del abismo. Él, Martins, y el resto terminaron abucheados, vilipendiados, destruidos. El ídolo de un día era el mísero del siguiente. Qué poca constancia, qué infinito desaliento.

Vuelvo a las atletas bolivianas en la última Guadalajara. Me interesé en los postreros momentos de una justa ciclística de -si no equivoco la cifra- 80 kilómetros. Fue una victoria apabullante del equipo cubano, con la ganadora una jovencita que en apariencia se había apoderado de la cabeza casi desde el principio, hasta llegar a la meta una centena de metros delante del grupo principal. Cuba obtuvo oro, plata y bronce en la prueba. Llegaron las triunfadoras, manejaron un poco más para no frenar de golpe, se abrazaron entre ellas, con los entrenadores, se hundieron en banderas de la isla. Mientras sucedía, el resto de las participantes llegaba. Era obvio que la prueba había ya terminado; se alistaban los podios y las medallas cuando la cámara muestra una ciclista rezagada, ya cuando las otras por poco no se habían duchado, en la polera blanca el nombre del país representado: Bolivia.

En la prueba de atletismo igual. Una veloz muchacha, pienso también cubana, un núcleo compacto con las otras atletas, y allá, treinta metros detrás, el uniforme boliviano de la supongo mejor fondista nuestra. La burla soez de nuevo, que oculta una gran decepción. Trasladen el asunto a la política, a las artes, la literatura, el fútbol, nosotros eternamente corriendo a la cola, ni siquiera tocando la sombra alargada del resto.

Todo país se cuestiona cosas similares. Hay un magnífico programa de humor de la televisión mexicana: ¿Qué nos pasa?, cuyo espíritu apunta a lo que llamaríamos las notorias falencias de los pueblos, el mexicano en este caso: irrespeto por las leyes, escasa conciencia medioambiental, e inacabables etcéteras que también compartimos. Esa pregunta es también nuestra.

Sin embargo no cabe en el relato de las atletas bolivianas, porque no es una “notoria” falla idiosincrásica sino la triste realidad de ser un rincón del mundo donde menos nos ocupamos, ni qué decir del gobierno, de formar especialistas en nada. Cómo podían, tanto ciclista como fondista, hacer más de lo que su cuerpo aguanta, o superar las inconveniencias de soporte económico, lugares de entrenamiento, tecnología deportiva de punta, zapatillas, baños, cuidado médico, ayuda psicológica, con la que cuentan los demás. Imposible. Ir contra una historia de hambre, de abuso, de roscas, de envidias, mentiras. Imposible.

Hablamos que la carretera sí, que si no, se reúnen grupos sui géneris como “los malos escritores” contra los fantasmagóricos “buenos” (¿?). Mi vecino bloquea hoy por X, yo bloquearé mañana por Y. Los cocaleros se hacen ricos mientras los narcocapitalistas millonarios. Todos agachan la cerviz ante el más fuerte y humillan al de abajo. ¿Atletas, literatos así? Nunca. ¿Qué nos pasa?
10/11/11

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 11/11/2011

Imagen: Atletas bolivianos

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