Monday, November 21, 2011

Washington Cucurto: la nueva narrativa latinoamericana/ECLÉCTICA


Pasó el Boom y lo hicieron sus rebeldes secuelas: los jóvenes escritores que intentaron –aún lo hacen- crear libros de la nada, de la elucubración y no de la experiencia. Surgió, tratando de emular al cine, el thriller literario con variado éxito y con la validez que suele tener cualquier senda renovadora. Si quedará o no en la historia lo dirán quienes se dedican a seguir las huellas del arte de escribir. Quizá se rememore como un recuerdo interesante, similar a lo que fue la nueva novela francesa, un intervalo.

El problema con la literatura latinoamericana después del Boom, sin incluir en ello a los escritores que mantuvieron una heterogénea y autónoma manera de escribir, ha sido la fundación de una suerte de élite escribidora, enjaulada en los marcos de la academia y cuyos miembros mayormente se inscribieron en círculos universitarios, de estudio y cátedra, queriendo representar desde esa cómoda posición la letra continental. Pero basta repasar la historia para saber que un título, así sea en el área de literatura, no alcanza para conformar un escritor. Blaise Cendrars peleó en las trincheras de la guerra europea; Isaak Babel fue soldado de caballería; Gorki vagabundo, por citar algunos grandes cuyos pasos no resonaban en las aulas. Existen, por supuesto, los casos opuestos aunque difícil encontrar en ellos el fenómeno de América Latina con una –ahora- masa de escritores, mediocres o malos muchos, algunos pocos de excepción, que aprovechando la “globalización”se cobijaron en las lides de escribir porque en teoría aprendieron en clases a hacerlo. Leí hace poco una novela de una escritora mujer, profesora en una prestigiosa universidad norteamericana, que intentaba reavivar los hechos memorables de la independencia cubana, cayendo en la búsqueda en la cursilería de escribir una pésima historia de amor. Ni recuerdo su nombre y más vale olvidarlo, pero es sintomático. Se han atrincherado en la academia estadounidense sobre todo y quieren dictar desde allí las pautas de una nueva literatura que a pesar de su relativa buena venta ha dejado de existir. Las ventajas del capital son perecederas. Balzac era vilipendiado por la crítica mientras algunos pavos reales de la pluma se engalanaban de gloria…

Un amigo, Iván Castro, me prestó un par de libros breves, de un autor para mí desconocido: Washington Cucurto. Lo presentó como el adalid de una empresa comunitaria de literatura popular en la Argentina. El, con otros, luego de la caída económica argentina del 2001, se había encargado de publicar libros baratos utilizando cartón de desecho. Lograron convocar incluso a Ricardo Piglia para ceder sus derechos sobre un relato suyo y publicarlo en Eloísa Cartonera, su editora, mientras publicaban los suyos propios más Enrique Lihn, César Aira, y nombres mixtos entre consagrados y noveles.

Me senté bajo el sol de Cochabamba a leer a Cucurto. Según él su novela es “cumbiela” o novela-cumbia, con la necesaria o supuesta relación con la cumbia villera como representación artística popular. Eso puede ser en Cucurto sólo pretexto para soltar esa cháchara indecente y poética que es su prosa. En primera instancia creí escuchar a mis compañeros metalúrgicos de Córdoba y su chispa sin par, e incluso a mis colegas afroamericanos en los inviernos descargando camiones de frutas en los mercados del distrito de Columbia. De ahí le viene la esencia, de la viveza del pueblo; la misma que produjo Gargantúa en Rabelais; la misma de la que se nutrió el Quijote.

Cucurto inventa un lenguaje, o lo calca del entorno reconociéndole la talla de práctica literaria. Dudo que consiga premios con su desfachatez, pero no leí en los últimos años nada tan potente, divertido y seductor como sus textos. Se le pueden buscar ancestros: Miller, Arlt, Céline, Cervantes y Rabelais; también los comediantes medievales, la fábula picaresca de Carmina Burana, sin quitarle su singularidad. Diferente, aunque fraterno, podría ser en Bolivia el controvertido Víctor Hugo Viscarra con un par de libros notables.

Los dos textos de Cucurto que tengo: “Panambí” y “Fer” son parte de una obra mayor que según leo en línea ya ha dado un imperdible: “Cosa de negros”. Como muestra basta. Son escritos de extremada calidad: sórdidos y luminosos a la vez que inocentes y maliciosos. No tienen escrúpulos y eso los hace amenos. Son, como le gustaría a él saberlo, libros al alcance de todos, para todos, rescatando aquello que los académicos y las academias nos quieren quitar: la voz de la multitud.
3/8/05

Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), agosto, 2005

Imagen: Cucurto

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