Friday, March 30, 2012

A tu salud/MONÓCULO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Que no se malinterprete, o que sí, no interesa. Tal vez ofenda a las columnistas del colectivo Imilya que sacarán a relucir calzones y dirán que incito a la violencia, a despertar las huestes de la ebriedad de las que hablaba Walter Benjamín. Allá ellas, y ellos, en este promiscuo mundo donde ya ni sabemos quién es qué, políticamente hablando, que en sexo todo vale.

Leo con espanto -como iniciaba un artículo en contra mía uno de profesión viceministro- la alharaca acerca de la nueva ley de alcoholes que los gobernantes de la ínsula Barataria quieren imponer. Por un lado los asesoran extranjeros, con inventos que ya fracasaron en sus países de origen, donde las mujeres tienen que prostituirse para comer; por otro hay tal desmadre, tal confusión en la mente de los sanchopanzas, que rebuscan en la historia para construir leyes con retazos robados de otros y con ánimo de innovadores. Así indagan en los tontos anales de la Ley Seca norteamericana y en la retrógrada prédica de frailes que desean prohibir y que pecan a escondidas.

Una corifeo, porque corifea podría señalarme como discriminador estético, llama a prohibir las canciones que hablen de borrachera, y supuestamente empujen “a la juventud” a tomar el mal camino. Eso en un país de borrachos, donde, no me opongo a ello, debiera haber alguna restricción en cuanto la parranda pisotee los derechos de otros que no participan en ella. Beber en la calle con los automóviles de lujo abiertos y un estereo resoplando después de medianoche, por ejemplo. Nadie tiene por qué soportarlo. Pero, de ahí a inventarse un decálogo de espuria santidad e ir tan lejos como vetar los poemas de alcohol y las rancheras mexicanas donde los cobardes, o muy machos según la perspectiva, se “dan a la borrachera y la perdición”, es demasiado. Obviando lo patético de la lírica, me parecería criminal barrer de un soplido un arte que tiene sus motivaciones en la angustia, la desesperanza, el olvido, que -quizá- pudiesen soslayarse con unos tragos de más.

Me sirvo otra Cuba libre, con chorro de jugo de limón sobre un aromático Zacapa para olvidar al gobierno.

Decíamos… El personaje, la personaje -aunque irritan estos convenios de a todo tener que ponerle el femenino, y peor aún hermanarme con todos, hermanos y hermanas, de acuerdo a la tradición originaria que me parece olvida su convincente uso inmemorial del garrote sobre espaldas de mujeres y niños- desde su posición de mando desea ser más papista que el Papa. A ratos creo que solo para alimentar a los adulones de afuera, la izquierda marihuana, que aún rebuzna en apoyo de las “revoluciones” del sur, la originaria y la bolivariana, a pesar que esta última ya la cedió el difunto a vírgenes y chamanes, y quiso entregarla en mano propia al representante vaticano en el Caribe, para ver si éste le sacaba boleto rebajado al infierno.

Omiten los trogloditas, o santos de Barataria, que Bolivia bebe, y mucho. Y que tocar ese punto va a remover los instintos tribales desde el fondo. A no ser que se haga, como en la defenestrada URSS a fuerza y bala, que de nada sirvió, los plurinacionales se meterán en tremendo lío, y dudo que invocar a Espartaco, la Madre Teresa de Calcuta, Cristo y el Che, en este collage de infeliz personalidad y mohína erudición, ayude en algo.

Dénse una vuelta por algún pueblo del valle, domingo en la tarde, como a las cinco, las cinco de la tarde, y se toparán con tan chocante panorama de ebrios, y ebrias, vómitos y excremento que necesitarían llamar a los marines para frenarlos, lo que desataría la insurrección popular.

Ante las aguerridas cochabambinas en pie de jarra, el héroe Espartaco tiraría el espadín y saldría corriendo faldita al viento, o el pobre Mohandas Gandhi tendría que encuerarse y disparar con velocidad de gamo para evitar ser tomado y crucificado por las beodas con tarritos de gasolina en las manos.
29/03/12

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 30/03/2012

Imagen: Alex Void/Alcohol, 2010

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