Monday, May 14, 2012

La casa/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hay una hermosa zamba, "A qué volver", interpretada por Los Chalchaleros, que habla de si vale la pena retornar al hogar. A medida que los años pasan las cosas se decantan, muchas se desintegran, desaparecen. La geografía jamás es la misma, ni el agua la misma si hemos de referirnos a Heráclito. El lado positivo radicaría en la dinámica de la vida, que supuestamente va hacia adelante, aunque, a veces, y también es válido no sólo para las personas sino los gobiernos, retrocede, recula.

Una casa se levanta con esfuerzo; mientras más pobre se es, aquella energía debe ser igualmente mayor.  La construcción de las sociedades, que no es otra cosa que la conjunción de cada una de esas entidades particulares, se fundamenta en la labor de hormiga de todos y cada uno de los ignotos trabajadores.  Cuando, y es el caso de la crisis de bienes raíces en los Estados Unidos, algunos se aprovechan -con el heads up dado por el gobierno de turno- y lucran con precios y bonanzas ficticios, se pierde la confianza y se resquebraja el solar donde se asientan las naciones. Cuando de propietario se pasa a desheredado, este síntoma no representa únicamente un desequilibrio; es, por mejor decirlo, el comienzo de una grieta que tarde o temprano ha de engullir al resto.

Saltar de la zamba argentina a la economía suele parecer extravagante. Lo que sucede es que cualquier fenómeno, sea la música o el mercadeo, es realizado por seres humanos. Gente que aparte de sentir el peso concreto de las cosas en el bolsillo o en la canasta familiar, lo siente en el alma, si es que existe este dudoso elemento. Y perder una casa es igual a perder un amor, un hijo, alguna amistad. Las consecuencias, aún si fueren temporales, son dañinas y cuestionan la existencia misma de la comunidad, de la pareja, de la solidaridad, la bonhomía. Quien lo hace, dudosamente se enfrascará en otra empresa similar. Mejor vivir en "tiempo de guerra", con un catre de campaña, una mesa, una silla, botella de agua y pan.

Construir es llenarse de cosas innecesarias. Cuando el edificio se ha caído, lo que uno fue acumulando a través de los años pesa como carga. El tan mentado "hogar, dulce hogar" se convierte en ridiculeza de púlpito, porque detrás de él hay una sarta de convenciones religiosas y sociales que nos obligan a una gregariedad que estaba bien para el hombre primitivo, y que es obsoleta para el individuo. Retornar al hogar ya ni interesa.

El músico que escribiera "¿A qué volver?" soñaba todavía con el pueblito de Tilcara, en la quebrada colorida del Jujuy. Tilcara, que es quechua, significa "estrella fugaz". Y este texto de fugacidad trata.  De nada más.
25/02/08

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 02/2008

Imagen: José Pinto/A casa da farinha,1975

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