Tuesday, July 17, 2012

La Era del Amor/MIRANDO DE ABAJO



Claudio Ferrufino-Coqueugniot

¿Nadie le habrá dicho a míster Choquehuanca que el tiempo del Flower Power ya pasó? De pronto aparece con uno de sus típicos discursos escaldados anunciando que luego del solsticio, el 21 de diciembre, caerá el universo de la Coca-Cola y etcéteras, dando lugar a un tiempo comunitario, de amor libre supongo, y de compartir las ganancias que los jerarcas guardan para sí. Por época tal, también me anoto.

¿Será propaganda, necedad, aventurerismo lírico-profético o qué? Lo triste es que los hechos no concuerdan con el discurso. En la pésima lectura que hace sobre los mayas, su calendario, lectura indirecta –asumo- halla alimento para los usuales alegatos de intentar darle cariz filosófico al desmadre plurinacional. Alguna vez, con el asunto del sexo de las piedras, recurrí incluso a Plinio, no para justificar al dignatario, sino para interpretar lo que se había dicho desde un punto de vista que eludiese la andanada racista. De lo que dije, no me arrepiento, pero me equivoqué: el canciller era literal, no buscó como hice, entre romanos y griegos, para aventar un discurso de connotaciones antiguas. Dijo lo que creía, o sabía. Es posible, no probable, que tenga acceso a información secreta, oculta en las entrañas de los huacas, y un calendario aymara que exceda al maya por cuatro mil años al menos y tenga grabada a cincel sobre piedra una hoy inconfundible botella de Coca-Cola, que en aquel tiempo parecería la nave en la que vinieron los dioses. No lo sabremos.

¿Qué beneficio puede traer un texto burlón? Ninguno. Pero es que estas palabras hiladas no cargan burla alguna. El autor se pregunta, ya que no puede transitarlos, por los vericuetos mentales que la iluminación actual anda para desarrollar prédica de semejante magnitud. Al menos, con el fin próximo del capitalismo, nos da –el canciller- la opción de participar del jolgorio monetario y ser capaces también nosotros, cada uno de los insignes aunque insignificantes ciudadanos, de comprarnos aviones, ser dueños de hoteles, cuentas de banco, porque comunitarismo, para mí, significa eso. Desde ya voy mirando catálogos para hacer mi escoja. Allí, claro, muera la bebida imperialista y viva el mocochinchi. Si todo va a ser de todos, si añadiré a mi vestimenta zapatos italianos y ternos de marca, viva la plurinación. ¿O me estoy equivocando y entendí mal? ¿La izquierda significa igualdad, o malhaya sea, como para los musulmanes, la mano que solo sirve para limpiarse el trasero? Mitos de la mano izquierda, o de la zurdera, que en el incario peruano era considerada (esta última) como buen augurio, mientras que las mujeres del río Níger no preparan la comida con ese lado por miedo a la magia negra.

Ni hablar de la papa lisa, que para mi gusto en demasiado amarga y que el notorio representante boliviano calificó como la verraquera del sexo. Me pregunto, siendo preguntón, el por qué nunca fuimos tan numerosos como los chinos, con semejante material afrodisíaco a disposición desde antaño. Sería culpar a los gringos, pero ellos tienen poco más de doscientos años, distan de los cinco mil que cargamos a cuestas; hay que buscar otro culpable. ¿Los españoles? Venían con tanta hambre de mujer los porqueros de Extremadura que al contrario hubiesen añadido a la estadística. Sísifo tal vez, que nos legó la tragedia de cargar hasta la cima pero nunca sobrepasarla. Y así nos fuimos consumiendo, a pesar de la papalisa… el refresco de durazno vino luego, en los galeones, y de muy lejos.

¿Dislates o ideología? Mientras tanto, aprovecho para abrir la última lata de Coca-Cola, porque si tengo que esperar la industrialización del mocochinchi pasarán otros mil años y hasta el calendario maya será obsoleto, igual que los bienamados, los profetas, los bocones.
16/07/12 

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 17/07/2012

Imagen: Wang Guangyl/Great criticism: Coca-Cola, 2005 

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