Tuesday, October 30, 2012

Buscando un descanso/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Desborda de alegría Chile con la derrota de la derecha en las elecciones. Justo un día después de que un escritor amigo chileno me comentaba que allí, en su país y para la izquierda, Evo Morales era una “estrella de rock”.

Nadie puede abarcar conocimiento y sabiduría de todas las regiones del mundo. Ni Heródoto ni Plinio que ya es mucho decir. Por tanto, el conocimiento se guía a partir de pautas generales, del discurso más que de la acción que usualmente tiene influencia local. Creo sin duda justificada la alegría del país vecino mirando el atroz antecedente de la dictadura. Razones habrá para que quizá los mismos que votaron por Piñera se volcasen ayer en su contra. Sucede en España y tal vez en los Estados Unidos donde la permanencia de Obama está amenazada por una retórica con escaso asidero real pero que tranquiliza el ansia de mitad de la población.

Morales tiene prestigio de sobra en la Argentina, donde universidades famosas lo han honrado con títulos. Volvemos a las impresiones generales. Alguien que defiende soberanía, pueblos indígenas, dignidad popular, etcétera tiene que ser atractivo para académicos demasiado ocupados en averiguar si tales características reflejan la verdad. Muchas veces otorgar distinciones así sirve para dorar una pose de progresismo y liberalidad. El pretexto suele ser cualquiera, uno que avale con otra pose la de los propios premiadores. Política. Asco.

Lo mismo con la supuesta inteligencia del segundo del régimen, que no supera un mínimo proceso de observación de la forma en que maneja el discurso: rituales aprendidos de memoria, injertos hábilmente colocados para que parezcan originales. No, no estamos ante un Lenin y menos se hará historia del pensamiento marxista con el individuo en cuestión. El relajamiento de los cánones hace que el plomo parezca oro. Aumentado por la necesidad de los regímenes embusteros de inventar a rajatabla una endeble base ideológica. Es Bolivia, y América Latina, en donde la inmensa cantidad de cuerpos sacrificados no justifica la aberración de la nueva aristocracia, las castas intocables (al revés de India), dinastías y feudos que aspiran a eternidad. Eduardo Galeano, a quien respeto y he leído con fervor, está senil al defender algo que es solo ilusión de mente afiebrada. Ni el chavismo ni Evo, ni el cura paraguayo o Cristina acercan un ápice a la revolución social, como no lo hiciera tampoco Perón.

Insufribles personajes como Amado Boudou sonríen afables y juveniles sin motivo aparente. Cómo no sonreír luego de haberse embolsillado la cantidad de dólares de la que se habla. Viste jeans y franelea con su novia para darse trazas de hombre común. Así lo hacen todos. Ni hablar de la Kirchner y su novelón de viuda.

Produce cansancio todo esto. Lo inconcebible de que una persona de mediana inteligencia en un alto cargo declare que anota con papel y lápiz nombres de los que insultan al curaca. Entendería mejor si alguien ocupara su largo tiempo disponible en sitios triple X que para todo gusto hay.

Ojalá que Chile haya optado por una vía de desarrollo y libertad. Sus circunstancias y perfil difieren de los bolivianos. Cuando se sepa, en un futuro, el tenebroso secreto del saqueo de Bolivia, perderá su brillo la estrella de rock que nos gobierna.

Preparo un café. Miro en tevé noticias del huracán. Pienso en mi amigo Roberto que visita por primera vez el hermoso Distrito de Columbia y que se encuentra con el fenómeno. Me distraigo. Cansa, cansa observar al energúmeno de Venezuela. Cansa saber que los de arriba manejan al pueblo de Bolivia igual a un hato de imbéciles. Cansa opinar.
29/10/12

_____ Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 30/10/2012

Monday, October 29, 2012

La literatura como entretenimiento

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

A raíz de la lectura de un subyugante libro de Joseph Kessel, El valle de los rubíes, retomé el gusto por un tipo de literatura que llamaríamos entretenida. No hay exigencia de parte del autor de despertar controversia o dar espacio a elucubración filosófica. Escribe para entretener. Su tema: un misterioso y exótico valle birmano donde crecen los rubíes más grandes y puros del orbe.

Una milenaria tradición minera existe en el lugar. Los reyes de Burma colgaban rubíes gigantes de las orejas de sus elefantes mientras se presentaban al pueblo cubiertos de oro. El monarca poseía las minas y los excavadores solo podían quedarse con las piedras de menor tamaño. Así crecieron el robo y el castigo, cuando la furia imperial al verse despechada en su confianza ejercitaba la mayor crueldad posible en contra de los transgresores.

El valle que describe Kessel, cuyos personajes arriban a Birmania por negocio de piedras preciosas, y sueñan con un mítico tesoro de rubíes y zafiros dejados por un antiguo dacoit (bandolero) y perdido sin noticia, es el valle de Mogok que aún continúa produciendo las piedras de mayor cotización. Un rubí puede costar más que el mejor diamante y la junta militar que gobierna Myanmar (Burma, Birmania) bien lo sabe.

No es casual que Hollywood se encargara de llevar a la pantalla películas sobre los libros de Kessel. No sé de una acerca del valle fantástico, sito al norte de Mandalay, pero de niño vi Los centauros, en Cochabamba, sobre otra novela del escritor -Los jinetes- y que trataba de los maravillosos hombres de a caballo de Afganistán. Omar Sharif tenía el papel protagónico.

Kessel fue miembro de la Academia Francesa. Judío de origen, nació en Entre Ríos, Argentina, y se crió en Rusia hasta su traslado a la capital francesa cuya nacionalidad adquirió. Aventurero y viajero incansable, sus márgenes abarcan todos los confines, ora está con los rudos jugadores del buzkashi afgano como con los guardias españoles del Río del Oro o los bohemios de París. Su libro La estepa roja, escrito en 1922, hizo que Néstor Majnó jurase matarlo; eran los estertores finales de la guerra civil rusa que sucedió a la revolución...

Kessel representa una casta de notables escritores franceses que optaron por la aventura y el riesgo como modo de vida. No fue André Malraux el menor, e incluso el románticamente lloroso Antoine de Saint Exupéry puede considerarse entre ellos. Parte de la controversia entre Pierre Drieu La Rochelle y Malraux fue esa: que uno era un hombre de acción y el otro no, aunque quiso serlo.

Este tipo de literatura se acerca al cine. No extraña que la fílmica se nutrió de guiones allí. Ejemplo claro Las minas del rey Salomón, con la serie de variantes que se hizo sobre la novela de Rider Haggard. Cuando la leí, en una mínima biblioteca de escuela secundaria, adoré el éxtasis de la búsqueda y del misterio. Era retomar a Salgari y también a Dumas, a pesar de que Dumas padre es un catálogo de información histórica y  excede la mera distracción.

Recuérdese La Reine Margot (1994), de Patrice Chéreau, basada en la novela homónima de Dumas -favorita de mi madre en su juventud-. Fuera de las deducciones de carácter histórico-social, es entretenimiento de primera, pleno de intriga, pasión y de romance si se quiere. No en vano Arturo Pérez Reverte emula a El conde de Montecristo en su soberbia novela La reina del sur. Múltiples ejemplos, hasta el Quo Vadis? de Sienkiewicz, o Los últimos días de Pompeya de Edward Bulwer Lytton, autor que perdió la presencia que tuvo en la literatura inglesa y se desprecia hoy, pero cuya obra sobre los aciagos días de la erupción del Vesubio impresionó mi niñez. Libro que volvería a leer con gusto si la copia que poseo no estuviera escondida en alguna caja de algún depósito en algún país.

A veces literatura semejante puede hacer de profilaxis. Joseph Kessel, a quien volví después de veinte años, proveyó un intervalo de calma en medio de las tormentas de leer acerca de Arthur Koestler durante la Guerra Civil Española y el actual Nocturno de Chile, de Roberto Bolaño, que invade mi mesa de noche con brillante y espesa alucinación, su nostalgia proustiana, su ironía, su amargor.
01/11/07

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Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 11/2007

Foto: Joseph Kessel 

Friday, October 26, 2012

El fin del capitalismo/MONÓCULO


¿No era que el 21 de diciembre festejaríamos el fin del capitalismo? ¿O Choquehuanca hará su fiesta privada de victoria al mismo tiempo que Evo danza con Goldman Sachs? Parece que hay un pequeño desfase entre lo que se dice y se hace. Problemas del “plurilismo”, no del pluralismo, supongo. Los capitalistas de Wall Street querrán brindar con Coca-Cola, y Evo tendrá que reconocer a la Coca-Cola, y no a la coca, como icono universal. Todo sea por riqueza. Ideología, ideas -si las hay-, discursos, pueden dejarse de lado cuando de potentados o reinas se trata. En suma, no hemos cambiado y el pongueaje espiritual es cosa difícil de destetar.

Mientras tanto me entretengo en mirar caricaturas y leer mofas acerca del gobierno en Facebook. Recuérdese que durante la República de Weimar surgió una corriente satírica de excepción, ya eternizada, en literatura, dibujo, pintura, café-concert, y demás. Los nazis terminaron con eso. La catalogaron genéricamente como arte degenerado. El poder detesta sobre todas las cosas que se burlen de él. Por eso desean mostrarse castos, impolutos, incólumes, víctimas de la sinrazón, de lo artero de aquellos que no comprenden a los grandes hombres. Pinochet jugaba a intachable y miren al vulgar ratero.

Yo que alistaba mi traje local, entre hispánico y nativo, para echar sahumerios y señales de humo a mis compatriotas con las buenas nuevas estoy ahora confundido. ¿Tendré que desempolvar la etiqueta con la que asistí a juicios y reuniones? ¿Archivar preciosos awayos que separé de mi colección para vestir a la familia? ¿Desterrar cualquier rastro de la bebida maldita de casa? ¿Tomar ron con mate de coca? Qué hacer. Me dejaron con los crespos hechos. Ahora entro al ordenador y veo el precio de los bonos bolivianos en la Bolsa.

Unos amigos chamanes, de Oaxaca y Chiapas, no están menos confundidos que yo. Y Russell Means, el gran activista sioux que acaba de morir, no sabe qué le dirá a Manitú de la terrible traición de sus congéneres al sur, de donde, según los amautas, vendrían los guerreros luminosos a limpiar la tierra. Creo que leí demasiado El Eternauta de Oesterheld, y veo marcianos y héroes por todo lado. O alguien me jugó una mala pasada y me introdujo en un culebrón de Paulo Coelho del cual no puedo salir.

El canciller venía preparando el agasajo de la nueva era. Puso a los mayas de su lado, sin preguntarles, claro, que polvo hace mucho son. Se distribuyeron invitaciones y aunque dudo que alguien sensato asistiese, se siguió hablando de eso. Creo que lo solucionan con unas Cokes en frente de cámaras, para sellar su adhesión a la economía de mercado y la libre empresa. Tal vez con suerte podrán tomarse fotos con Zuckerberg y mencionar que el asunto de regular el Face es “cosa del pasado”, como se dijo a los Borbones en ocasión anterior y ahora poco respecto a la conquista. La política de congraciarse, de jugar por la imagen a como dé lugar. Francia tuvo el imperio napoleónico; Bolivia el camaleónico.

Creo que hay descuido sin embargo en los pasos caóticos con que tropiezan. Dejan rastros para los que no se necesita un lebrel; resaltan a simple vista. Y la vida enseña, a pesar de tantos desdenes, que surge el momento de rendir cuentas. El otrora poderoso Lula, a quien hasta ahora no se ha tocado porque hizo avanzar el Brasil, tendrá que jubilarse de la política. La corrupción del llamado mensalão todavía no lo alcanza, o no de lleno, pero pone una caterva de exsalvadores de la humanidad, guerrilleros y románticos de izquierda amigos suyos en el banquillo de los ladrones (burlándose de sus propios muertos).

¿A quién creer? Que sigan anotando nombres y apellidos y resaltando los tintes pseudo revolucionarios de la triste realidad. Choquehuanca tendrá que postergar el fin del capitalismo para el otro año. ¿Acerca del aguinaldo de los amautas?... Métanle nomás.
25/10/12

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 26/10/2012

Tuesday, October 23, 2012

Odioso paternalismo/MIRANDO DE ABAJO

Se trata, ya que el día es demasiado corto en sus veinticuatro horas, de robarle tiempo al tiempo. La única manera es no dormir, reducir las aconsejadas siete u ocho horas de sueño a la mitad. Ni así, supuestamente ganándole años acumulativos a esta carrera de fin predicho, se alcanza a hacer lo que uno desea, leer las pilas de libros amontonados en el piso, ver todos los filmes, acercarse a los noticieros, además de los consabidos, llamemos triviales, y felices asuntos de familia, trabajo, amistad y etcéteras. No es que el tiempo sea oro, pero no hay que perderlo.

Tratando uno de hacer lo mejor que puede al respecto, y de interrelacionarse y conversar con el mundo en esta maravillosa era cibernética, se encuentra a veces con monumentos al absurdo como el de García Linera anunciando en amenaza que se dedica a coleccionar nombres y apellidos de los que insultan en las redes sociales al “presidente Evo”, peligrosa similitud a la idolatría hacia el “presidente Gonzalo”, el mono aquel que permanece enjaulado en el Perú por sus sueños asesinos de gloria y santidad. Lindo trabajo el de este endiosado por “inteligente” individuo, que no lo es, de disponer del espacio para pasarse como fámula de mala telenovela indagando sobre los chismes que corren en las redes sobre él y el otro. ¿Para eso le pagamos? Porque no deben olvidar, ni ellos ni cualquiera, que son servidores públicos y que su salario sale del trabajo de la población, de los que pagan impuestos (curiosamente sus acólitos cocaleros, chuteros y cooperativistas no lo hacen).

Dudo que se dedique a tales actividades subrepticias con énfasis. En el universo de los capitalistas salvajes el tiempo sí es oro porque se convierte en dinero, y si algo tiene de característico el gobierno plurinacional es haber delineado una política de enriquecimiento de tipo empresarial-personal sin parangón en nuestra historia. Dudo, repito, que los ricos estén perdiendo la posibilidad de acrecentar su capital en minucias como exabruptos desesperados de los que ya no saben, porque Chávez no pasa información, qué hacer para librarse del cáncer.

¿A qué viene lo del paternalismo? A que discurseando Linera y mostrando su celular (me pregunto si no es una campaña publicitaria de Nokia o de alguna telefonía rival) a la plebe embravecida, chusma no por ser de “los de abajo”-término discutible hablando de cocaleros- sino por saquear el país, continúa la imagen populista del amo que tira huesos a los perros, que les indica con actitudes de ese tipo que vela por ellos, piensa por ellos, decide por ellos, que no se preocupen porque el Gran Hermano vive alerta para protegerlos de virus y bacterias que se presentan hoy como caricaturas, insultos, mofas a quien les da de comer, y posibilidades de momento infinitas de hacer lo que les venga en gana. Cualquier palabra de más, o dibujo sarcástico que por lo general muestra de manera jocosa lo trágico de la realidad, debe ser condenado. De ahí lo de nombres y apellidos, que a quienes firmamos con nombre y apellido nos importa un carajo.

El proyecto es el Moralato, como hubo un Porfiriato. Ambos, Evo Morales y Porfirio Díaz se reclamaron indígenas e hicieron lo posible por blanquearse más que Michael Jackson. Lástima que uno no puede cambiarse la piel sino solo disfrazarla. Blanquear es un término extensivo que incluye trasladarse en autos BMW y no a pie y con abarcas como correspondería a un hijo del pueblo que vilipendia sin misericordia al capitalismo y sus expresiones. Que en lugar de volar, como quería y consiguió, igual a un ejecutivo del Manchester United, debía lanzarse desde El Alto con alas fabricadas en pluma de cóndor y planear hasta el destino de sus magníficos viajes, según cánones mitológicos. Cómo no se ha de insultar a alguien así, que dice ser justamente lo que no es, y que ataca con embuste lo que venera (no lo que desdeña): poder, oro, eternidad, dispendio, omnipotencia, impunidad.  

Los caporales inventan carnavales para la turba que los sostiene. A veces basta con mostrarles un celular y decir que adentro se guardan tales y tales cosas. Eso lo hace un ipod, pero al populacho se le oferta como magia. Patrones, siempre patrones.
21/10/12 

Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 23/10/2012

Saturday, October 20, 2012

De "Los Buques Suicidantes"/VIRGINIANOS

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Horacio Quiroga tiene que haber leído a Conrad. El primer párrafo de su cuento lo sugiere así, o lo confirma.

No quiero aún terminarlo. Por eso me he sentado y aguanto la penuria de escribir a máquina sobre la cama. No puedo dejar de hacerlo. Es demasiada la fascinación que ejercen sobre mí las historias de mar. Héme, en pleno calor de Arlington, soñando con los sargazos que han detenido barcos, que de tanto ser abandonados son ahora fantasmas.

Tiene que haber en mi relato dos cosas: un barco; noche y niebla. Nada se ve ni se oye. Se sabe, sí, que hemos entrado en un mar de sargazos, inmemoriales algas. La luna ha preferido hundirse. Se llama, a eso, noche cerrada. Pues sea, noche cerrada. De pronto, estruendos, fierros resquebrajándose, gimiendo. Y la sombra a la que hemos embestido y que tiene forma de buque. Uno olvidado...

Al hundirse no corro. Pongo el libro en el maletín y recuesto mi cabeza en la almohada para morir tranquilo.

De VIRGINIANOS, Cochabamba. 1991

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Publicado en Presencia Literaria (Presencia/La Paz), 10/06/1990
Publicado en Opinión (Cochabamba), 03/02/1990 

Thursday, October 18, 2012

El año nuevo



Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La lectura de un artículo de viaje de Andy Isaacson en Tajikistán, encrucijada de historia y culturas, remueve el deseo -eterno, no nuevo- de ver las regiones que describieron Shklovsky, Gurdjieff, Pierre Loti entre otros. Afganistán, Kirguistán, Cachemira, Uzbekistán, y hasta el yermo absoluto de la estepa de Karaganda, en Kazhakstán, permanecen como la cima de los viajes que querría realizar. Y Turquía, imposible de olvidar, sobre todo en Konya, la ciudad de Anatolia central donde terminó sus días el poeta Rumi en el siglo XIII. ¿Y Armenia?... con los relatos de los armenios de Denver que llegaron en éxodo luego de la perestroika y comentaban acerca de la magia que escurre la antigüedad de sus rocas.

Igual que el poeta sufí diría que "No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia. No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán. No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno". Pero me encantaría verlos todos, aunque en arte y letras tal vez vide algo, no lo necesario, pero lo "suficiente para el sediento".

Sueño, y tal vez me viene desde la imaginación de Rudyard Kipling y la infancia, con el misterio de aquellos rincones encerrados del mundo. No me atañe la imperialidad del inglés, ni su intrínseca "superioridad", así como no me subyuga el espiritualismo de Gurdjieff mas sí su búsqueda de conocimiento. Deseo esos lugares porque tal vez ocultan lo preciado: paz, y ante la paradoja de una región hoy imposible por las guerras económicas, étnicas y de religión, perviven pequeños villorrios, amordazados en su arcaísmo de piedra, en medio de aridez de desierto, como oasis donde crecen verdes árboles de albaricoque, y donde sustentan su eternidad desde Maimónides hasta Averroes y el místico murciano Ibn Arabi.

Me gustaría este 2010 convertirme en Leo Africanus y viajar por los días de los reinos de Malí y de Songhai (así fuesen ruinas), cuando en Timbuktú abundaban los ojos de agua y los colores del algodón tejido partían con rumbo a la barbarie de Europa. Tal vez, y en una atemporalidad que no consigue la máquina del tiempo de Wells pero sí la lectura, transferirme de las huellas del africano a los pasadizos de Mungo Park, cuya magnífica tragedia retuerce los años y los hinca en venero de aquellos de la niñez, cuando en una Cochabamba dormida, provincial, ufana, leíamos con los hermanos las colecciones de revista Epopeya (Editorial Novaro-México) que mis padres traían por lo general el domingo en la mañana, jamás malgastado en misa y rico en relatos, en zambas, tangos y cuecas, y Bella Vista, Anocaraire, Pairumani, Suticollo junto a los recordados automóviles, desgastados y familiares, de ayer.

Cada año nuevo aumenta la importancia de los años viejos. El clásico porro colombiano canta: "yo no olvido el año viejo..." ¿por qué olvidar? si lo del nuevo, y la suma de los que vendrán, no son antítesis de lo que pasó.

Me pregunto con extrañeza eso de mirar tan lejos como Tajikistán para los deseos del futuro inmediato.  No todos vivimos en los márgenes del éxito y la recompensa. Algunos, e incluyo a John Lennon cuando escucho "Imagine", lo hacemos en las orillas del sueño.
04/01/10

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Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Sucre), 07/01/2010

Imagen: Kirguistán

Tuesday, October 16, 2012

Miedo a la palabra/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Carlos Valverde Bravo, Wilson García Mérida, dos nombres, de varios, a los que la “democracia” fundamentalista ha puesto en capilla, no porque vayan a fusilarlos, que ganas deben tener, pero aplicarles la muerte civil, acallarlos.

La lectura de la historia, la economía, otras ramas, que hace esta espantosa camarilla que gobierna, no solo peca de sobrecarga seudo-ideológica sino de miopía. Se han tomado demasiado en serio a sí mismos, han internalizado presunción de divinidad, profecía… y blindaje con naturalidad. Para ellos la patraña del 21 de diciembre, del advenimiento de otra era, otra lectura pésima (del asunto maya en este caso), conlleva la desesperación de conseguir bendición ultraterrena para el decorado que montaron. Les compra tiempo. Los ladrones de bancos miran insistentes el reloj para terminar antes de que suene la alarma. Lo mismo acá mas con anhelo desmedido de que no se acabe. Pero la historia del rey Midas no es inútil, ni la del ratero que prefirió ahogarse antes de tirar el oro que cargaba en los bolsillos y lo arrastraba con su peso hacia el fondo. Hay que aprender a leer.

Fuentes “secretas” me informan que el vicepresidente ha encargado chalinas exclusivas a una diseñadora en Inglaterra. Yo que amo el tejido andino, y que concuerdo con los especialistas que éste forma parte de un selecto y sofisticado grupo de pueblos que tejen obras de arte, me pregunto el por qué. Tal vez la burda lana de llama-oveja, irritan la delicada piel del delicado. O hemos retornado a la feria de las vanidades de Thackeray y los populares quieren verse como condes. Habría que tocarles, una y otra vez, el tango de la mascarita. El “Robespierre” andino nada tiene, ni las calzas, del incorruptible de Arras. Dejémonos de pendejadas.

¿Qué tiene que ver la palabra, los periodistas mencionados con asuntos de hilo y trama? Mucho, porque a ningún falsario le gusta que se hagan públicos sus gozos, que las cuitas las cargamos los demás. Y el gozo plurinacional no radica solo en asuntos de tocador; también en debilitar un sistema democrático, en el saqueo y la intolerancia. Quien lo denuncia es enemigo público, porque la actividad de los reyes suele creerse por encima de los hombres.

El mandarín aspira a un imperio de sumisos, de cabeza gacha y sonrisa servil. Aunque para ello tenga que convocar a los espectros del pasado, a manipulaciones de tipo religioso, a vestimentas mal dichas autóctonas, disfraces de carnaval y firmas de moda. No quiere radios, periódicos, Internet, porque los medios de comunicación acentúan según ellos la decadencia. A pesar de que por su lado los utilizan en bazofias mediáticas donde rebuznan asnos y pululan amanuenses, algunos hasta con pomposos cargos de jefes de re(f)acción.

Cuando se ha dominado todo, ante la ausencia de oposición firme y permanente, los autócratas podrían sellar su paraíso, pero tienen el problema de los reacios a doblar la cerviz; peor si piensan, y peor si dicen o escriben. Sucedió con Hitler y con Stalin, con Lenin y Mussolini, con el poeta Mao. Cómo no con estos pensadores descalzos, adláteres de cualquier idea, descastados y mínimos, adalides de la ignominia.

Le cortan espacio a Valverde; García Mérida se refugia en Brasilea, al frente de Cobija. Victorias pírricas. Estos periodistas no actúan por pago. Defienden lo que creen justo defender. Y ahí radica su solidez y diferencia. El gobierno solo puede comprar, con cargos o dinero, voces destempladas que no saben para qué hablan, solo el por qué contante de su precio. A desalambrar, cantaba Victor Jara, a levantar los postes que siembran los poderosos. Cuidado, a los que ponen y a los que remueven, que el alambre de púas hace giros inesperados y se introduce en la carne, destrozándola.
15/10/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 16/10/2012 

Monday, October 15, 2012

El boxeador de Kazajstán


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Pero Yefim no es kazajo.

No, es judío. ¿A qué viene eso, ya qué importa?

Sólo decirlo, porque su título era campeón ruso de peso mosca de Pavlodar.

Cierto. Perdona. Es que la tristeza se me ha arrumbado como esas tardes de Breslau ¿Te acuerdas?

Y dale con llamar Breslau a Wroclaw. Es ciudad polaca, y bien lo sabes.

Germana, germánica, como Posen y tantas otras en esa franja de infame historia.

Hallo un dejo pronazi en tus palabras, lo sabes.

¿Nazi, yo?, que lloro el destino de nuestro amigo hebreo, que tengo en la mesa de noche la campaña plena de Isaak Babel en el frente con los cosacos. Pero diferencio esas líneas, sutiles, está de más decirlo, que separan las culturas, o que las acercan si es el caso. Lodz, reconozco, es polaca, pero no Breslau. Hablamos de ello cuando estudiábamos allí, becados como si fuésemos de las juventudes comunistas. Suerte la nuestra que nos agarró la poli con clavos para sabotear los caminos, en tiempos de García Meza. De allí ya seguimos la corriente, jugamos a ser subversivos, pero tú te ligaste una manguera en el culo.

Mierda, ni lo menciones. Por dos semanas no pude caminar.

Yefim llegó a Michigan en esos años del 92. Perestroikas, la caída del muro, la guerra en Bosnia. Oleadas de eslavos y otros al distrito donde vivíamos, diría plácidamente, algunos bolivianos, muchísimos mexicanos y la aristocracia latina, que eran los porteños argentinos, siempre bien vestidos, por lo general mejor pagados y con buenos trabajos. Luego de argucias no ortodoxas para conocer a los vecinos, nos llevamos bien con los bosnios y los rusos. Chupaban con denuedo, como k’epiris de Cliza o Anzaldo. En el alcohol trazamos hermandades impensadas o impensables. Entre ellos Yefim, bajo y fornido, canoso ya, pero mirando las fotos de su pasado, ojos negros como armenio, de piel bien blanca, con traje de comisario en la fábrica tal, en Alma Ata, Pavlodar, y alguna que otra intervención en los remanentes campos de presos políticos que quedaban en Karaganda.

No lo dijo, prefirió, ebrio, mostrar las fintas con las que había derrotado al campeón ucraniano por, según él, el título soviético. Lo vetaron para los olímpicos. Su condición de judío no era la mejor en el país, a pesar de la retórica de igualdades. De allí se cayó. Incluso desdeñó por el trago su condición comisarial. Se fue dando cuenta del gran fraude que arreara a su gente desde el Vitebsk de Chagall hasta la estepa, en 1942, apenas iniciada la invasión alemana. Desconfiaron de ellos. A otros simplemente los mataron. Pero la familia Schleyfer hablaba yiddish, no pertenecía a los renuentes y opulentos germanos que todavía pululaban desde Rumania hasta el Prypiat. No. La tradición suya era de zapateros remendones. No proletarios, pero tampoco burgueses, de esa clase a desconfiar que significaban los artesanos y los míseros pequeños propietarios.

Lo dejó, prefirió vivir tirado en los basurales de lo que fue Ekaterinodar. Su matrimonio era sexo; sexo y traición hasta que no pudo más. Se le hizo costumbre que lo abandonaran las mujeres. Jarkov y la tierra zaporoga hacían parte del derrumbre. Volvió a Kazajstán. Se compuso, creyó en el futuro, pero bien pronto los furiosos camaradas del pretérito se hicieron nacionalistas de hoy, y nada cambió. Su mácula de haber decepcionado al régimen no se borraba. Decidió emigrar. A su madre, vender la isba con un hermoso huerto de manzanas verdes para el pasaje, y la promesa de que en América instalaría un gimnasio para sacar campeones, donde hallaría otro Tyson, la furia de Sonny Liston…

En lugar de ello consiguió un vetusto apartamento en una calleja de lo que hoy se llama Pequeña Rusia, aunque nunca fue rusa, sino judía, y donde los zacatecanos y sinaloenses ya arrearon con todo, hasta con la bandera norteamericana. Quedan pocos de los del noventa y dos: un polaco en el tercer piso, un búlgaro en el primero, y Yefim, el kazajo, a pesar de no tener rostro achinado ni cetrino.

El lobby hebreo –poderoso- de los Estados Unidos no abandonó a su gente, a los miles que llegaron desde la ex Unión Soviética. Vendieron éstos lo poco que tenían en sus tierras de origen, que por su número representó una buena cantidad, un influjo de capital inesperado para la economía del país, y se cambiaron a un lugar que de antaño fue la Meca majestuosa de sus sueños. Nunca creyeron el cuento del tío, de la igualdad y la revolución. Demasiado los habían perseguido en la historia y sabían que sobrevivir radica en atesorar, no importa que sea poco. Los colaboraron para llegar, no fueron jamás ilegales. En las altas esferas los judíos se movieron para que el estatus de los que llegaban fuera si no de refugiados de inmigrantes. Facilidad que nunca consiguen los pobladores del sur.

Te desvías. Ya estás otra vez haciendo política, desabrochando tus exabruptos hacia todo lo revolucionario.

Qué sabes tú. A mí me contaron las cosas de primera mano, que la Pax Socialista nunca existió, que el desmadre estaba generalizado y bien escondido para que no lo vieran de afuera.

Yefim conoció a Nikolai, ruso de Penza, que había hecho servicio en Cuba. Allí dejó un hijo, mulato, que las autoridades le impidieron llevar a la patria: ni hijo ni mujer. El tiempo los olvidó. Y el vodka, que ayuda. Con Nikolai -Kostia, cariñosamente- intercambiaban guantes, se golpeaban con ardor profesional, para mantener la forma, y tal vez preservar la memoria. Luego se encerraban en el cuartito del segundo piso, al que se llegaba por medio de escaleras maltrechas. Con un televisor que no funcionaba, diarios en ruso de la inmigración local a modo de mantel, albóndigas de la estepa, mitad cerdo (no era ortodoxo Yefim), mitad res, y Stolichnaya sabor a limón, o sabor a mango según habían ideado los exportadores para desbancar al ron y al tequila en el trópico americano.

Contaste que en América se casó.

Consiguió, por carta y alcahuetas de intermedio, que una ingeniero rusa viajase a Michigan con visa de novia. La recibió con canastas llenas de vestidos y zapatos de segunda mano, del Goodwill, como regalo de bodas. Esos cachivaches representaban para alguien venido del Asia soviética una fortuna inconcebible. Pero la mujer no era tonta, y percibió que en los Estados Unidos se podía hacer dinero en serio. Se lo impedía Yefim, alegando que si ella trabajaba, le quitarían la miserable pensión de 600 dólares y el alquiler del departamento; se había acostumbrado a la vida pobre de acá, sin duda mejor que la suya en Pavlodar. Y no quiso dar su brazo a torcer. La mujer se cansó; con una venal mentira de querer visitar la madre tomó un avión de regreso. Le siguió una carta: no he de volver. Y Yefim se quedó con los zapatos de tacón alto y los vestidos chinos de falso terciopelo.

Ahora cállate, ya llegamos.

Subimos las gradas metálicas hacia el piso dos. Traemos un televisor que recogimos de la basura. A ver si sirve. Es que Yefim ya ni boxea. Comer la grasienta comida de lata le ha apaciguado a la fuerza el ánimo deportivo. De seguro nos invitará unas presas de pollo nadando en aceite, no con mal sabor. A cambio, por amistad y no por trueque, nos dará conservas que provee la comunidad judía para estos ya antiguos ciudadanos. Pasaron casi veinte años.

Entramos. Nos recibe con un beso, a la manera rusa. Mientras calienta el agua en la caldera, para un olvidable café, deposita sobre los periódicos cucharas con gruesa cáscara negra de mugre. Ni modo. Así comeremos. Los guantes están colgados del vano de la puerta. Se colige el polvo sobre ellos. A su lado, en otro clavo, hay una figura de peluche del dinosaurio Barney, figura obsoleta de la televisión infantil. 
2012

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Publicado en Boletín Literario #23, Centro Patiño, Cochabamba, 10/2012

Imagen: Sello soviético de los juegos olímpicos de 1960

Sunday, October 14, 2012

Los pasos del Che


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

En casa nos formamos sin iconos: ni vírgenes, Cristos, revolucionarios. Ninguno decoraba las paredes. En la biblioteca del largo pasillo, al lado de bloques de vidrio que permitían pasar mejor la luz, la cosa era diversa. Se hallaban Papini y su Historia de Cristo, como el Manifiesto Comunista y El corto verano de la anarquía, de Hans Magnus Enzensberger. Y Mi lucha (Mein Kampf). Leer, no idolatrar, esa la idea, supongo, detrás de la educación de mis padres. La Biblia participaba también como un libro más de asuntos interesantes, no como objeto de dogma.

Crecimos con el Che. Nací en 1960 y desde temprana edad sonaron los nombres de Cuba y Ernesto Guevara en nuestras conversaciones. Che, además, había vivido en la sierra de Córdoba, como tías mías y mi madre en Córdoba capital, lo que lo hacía cercano, hasta familiar. El nombre de Cuba hoy ha perdido mucho de su encanto, hechizo tal vez, sin que ello impida que a pesar de todo, la “isla” sea un hermoso país. Resulta complicado, difícil, deshacerse de los ideales que nos alimentaron.

Recuerdo un atardecer, mientras el crepúsculo se ahogaba en el mar y el bus corría por delgados caminos vecinales, que miraba el Escambray y ni pensaba en la otra guerrilla, la no castrista que hubo allí, llamada ahora “de bandidos”, sino en el Che. Lo mismo en Cienfuegos, inventándome historias con la chatarra militar que la invasión de Cochinos dejó por el campo. Dudo que incluso un análisis somero de la experiencia socialista, guerrillera, los errores de concepto y planificación de la experiencia boliviana, la inmundicia de la traición y el abandono, alejen de mí la admiración que sentía, y aún siento, por él.

A fines de los setenta, principios de los ochenta, varios amigos viajaron de incógnito a entrenarse en la isla. Todavía entonces, una década después, se creía en la estrategia de la lucha armada por una facción de élite. Tenía, aparte del hecho de la aventura, el aliciente cercano de la victoria sandinista en Nicaragua, hecho que festejé con alegría. Lo mismo cuando hicieron volar a Somoza en Paraguay. Sobre esto, mucho después, leí un libro que escribía el hijo de Massetti (absurdamente muerto en Salta), y comenzó a desfallecer el ímpetu “revolucionario” que se originó en la zozobra de 1967 cuando lo que más se esperaba eran noticias de Ñancahuazú.

La muerte del Che no tuvo entre nosotros ese flujo mesiánico que corrió por el mundo al ver el cadáver con un dejo de sonrisa e imagen de profeta. Che, lo que nunca hubiese él querido, nacía allí como asombro, religiosidad, y el trágico destino de convertirse en icono pop de la sociedad de consumo, asunto aprovechado incluso en la Cuba que amó. El mito arrasó con la idea. Hoy lo venden al lado de Marilyn y John Lennon.

¿Que si se equivocó? Hace unos años, antes de otro mesianismo oscuro, el de Evo Morales, creí que no cuando vi una foto del New York Times de un campesino de Eterazama, de los que combatían a los soldados, con la figura del Che. Vana ilusión. En Chapare no se acunaba una revolución guevarista; era simplemente otra manera de aprovecharse de una imagen que por encima de la muerte sigue teniendo algún significado. El presidente de Bolivia protege sus espaldas, en palacio, con la famosa toma de Korda. No tiene implicancia ideológica. Che incluso sirve para una experiencia de capitalismo salvaje, de pillaje con etiqueta de socialismo, como sucede en la Bolivia actual. Destino inevitable de los grandes hombres.

Antes de su muerte, ambicioso lector que fui de niño, recorría siempre los reportajes que hacía Siete Días Ilustrados, de Argentina, sobre los focos guerrilleros de América Latina. En Guatemala, en Venezuela, con las constantes voces de que Che andaba por allí. Y estaba en África, al lado de quien el comandante consideró inútil: Kabila. Kabila llegó a presidente; Che se pudrió bajo el concreto de una pista de aterrizaje, vilipendiado por la deprimente casta militar boliviana, traicionado por su no menos deprimente izquierda. Se equivocó entonces. Pero no todo por ser Bolivia. Las lecturas eran erróneas. El mundo no funciona según patrones, así parezca.

Atrás en el tiempo, en un cinéma de avanzada en Denver, miramos con mi esposa la película del segundo Che. La primera de Soderbergh mostraba al triunfador. La que presenciábamos, al derrotado. No era la derrota en sí. El filme abundaba en tristeza, en la desesperación inútil de contemplar un absurdo: hombres deambulando en busca de poco de comida, olvidados, abandonados. Épica de tragedia griega, últimos destellos de grandeza humana, para luego caer pasto de la insania, la locura, estupidez que dejaron los gringos en nuestros países con la pesadilla de la seguridad nacional. Digan buen día a papá, denle matarile.

Humberto Vázquez Viaña, hermano del “Loro” (cuya forma de morir atormentó incansable mi infancia), escribió no hace mucho dos libros (Editorial El País, Santa Cruz de la Sierra) sobre hechos de los que fue testigo presencial: la guerrilla del Che, el nacimiento y fin del ELN. Documentos imprescindibles para hacer revisión de nuestra historia. Pero, en ámbito más privado que académico, desazón de escuchar lo mal que se programaron las cosas, las deficiencias logísticas, la miseria intelectual y espiritual de algunos actores en contraste con la inmensidad de otros. Relatos en que lo político deja lugar a una historia de hombres llena de traiciones, desencuentros, fracasos. La incansable pregunta de mi padre que cómo un hombre como Che vino a morir acá, en qué pensaba. Los comunistas locales sufrían de las mismas taras de aquellos a los que deseaban combatir.

En Los Ángeles, 1997, exhibieron una colección gráfica sobre la figura del guerrillero argentino-cubano. El espíritu difería de aquel del mercado. Lindo homenaje. Resulta extraño que hoy bailemos -ritmo similar- Hasta siempre, comandante, con la misma soltura que lo hacemos con El chacal de la Cabaña. Dualidad nuestra ¿O dualidad del Che?
3/10/12

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Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 14/10/2013
Publicado en ATLANTICA XXII #25, Asturias, 03/2013

Imagen: El Che, Ernesto Guevara, enquête sur un homme de légende, documental de Maurice Dugowson, 1997


Friday, October 12, 2012

Estado chuto/MONÓCULO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot
  
El mito de Sodoma y Gomorra tiene su razón de ser. Es tan antiguo como la humanidad. Entonces los hombres creyeron que se podía vivir en vicio sin sufrir consecuencias y no resultó. El argumento metahistórico de las ciudades destruidas vale hoy tanto como ayer, y la moraleja vive en que no hay poder terrestre que eluda el enojo de la divinidad. Si le quitamos cualquier adherencia religiosa encontraremos la misma respuesta.

El foco de infección en Bolivia salta de un lugar a otro. Se añaden muertos, inicio de una que de no detenerse ha de ser larga sangría, desastre incluso para los que se creen inmunes (impunes). En otro retorno al mito recordemos a Aquiles; revisándolo en comparación encontramos que no hay madre Tetis (en Bolivia) para sostener al hijo dentro de un baño de inmortalidad, dejando al descubierto su único punto frágil allí donde lo sostiene por el talón. En nosotros la fragilidad es endémica y total.

Demasiadas advertencias.

Colquiri, Mallku Khota, Challapata, las comunidades indígenas del Tipnis, nombres de esa enfermedad saltarina que manipula el gobierno a su arbitrio, sacando ventaja, y, sin darse cuenta, debilitándose también, paso a paso -no sé si lentamente- hasta el momento en que caiga la ira de Dios. ¿Cómo?, no lo sabemos.

Desde arriba se fraguó el ingreso de miles de vehículos indocumentados. Atentado al medioambiente por no existir mínima regulación en cuanto a emisiones y otros relacionados. Se teoriza acerca de los llamados movimientos sociales y sus necesidades, que más bien son necesidades de permanencia y dominio de la cúpula. Se quiere hacer creer que el campesino, por ser tal, mantiene feliz relación con la naturaleza. Cualquier cosa que les permita crear el espejismo de una ideología sólida, de un marcado camino hacia el progreso. Aunque para ello tengan que inventar pequeños dioses, en cada rincón, alimentarlos de coima y soberbia, y que han de dispararse tarde o temprano ante el llamado de jolgorio generalizado que se escucha en altavoz.

Cuando la infección se propaga bajo una supuesta política y sin restricciones, el resultado da una receta explosiva. Cocaleros, chuteros, cooperativistas, corazón y base del masismo, comienzan a ver que la irreversible contradicción entre Estado y carnaval se presenta, y de la peor forma, con la utilización de la fuerza armada, instrumentos represivos, igual que antes, igual que siempre. Por supuesto sobran culpables, extranjeros o ajenos, siguiendo la prédica nazi del incendio del Reichstag. A veces los muertos, víctimas de la irracionalidad de la política actual, son “suicidados”, “asfixiados por gases”, todo vale. La palabra, empleada en la mayoría de los casos de manera sui géneris, en Bolivia aguanta todo. La cosa se va de las manos. Se mantiene por las especiales características del país y su población, pero aun así no goza de eternidad.

Se está poniendo al masismo contra la pared. O es gobierno o se retira. Lo malo que ahora para serlo debe emplear la fuerza. Se ha soltado las riendas sin criterio, o bajo estúpidas teorías de marxistos (no marxistas) trasnochados. Sucede con los chuteros hoy, mañana con los cooperativistas, y pasado con los cocaleros que no han de librarse de la presión internacional que ha dado su ultimátum.

Comenta un poblador de Challapata, en televisión y hablando del gobierno: “estos malditos son ellos mismos chuteros”. Se balean en Colquechaca y Pocoata. El intervalo de la invasión de minas por los capitalistas de las cooperativas se acaba. En cualquier instante se lanzan en manada sobre Colquiri, Porco... Y cocaleros y narcos sobre el Tipnis, Choré, Carrasco, Madidi. En el Ichilo ya existe otro estado y la premonición de que quienes creían ser directores de orquesta pasarán a músicos, se cumple.

La pregunta es qué sucede si no hay quien manda. La democracia “consolidada” que alegan, no existe. La revolución, menos.
11/10/12

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 12/10/2012 

Tuesday, October 9, 2012

Reelecto/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Aterra el prurito dinástico de la izquierda latinoamericana. “Izquierda” en el poder que desdice todo lo que en teoría se lee sobre ella. Cuando, mirando de reojo, porque su inevitabilidad estaba cantada, observo a los “rojos rojizos” de Venezuela entusiasmados al constatar que la coronación, el feudo, la nobleza y la heráldica se consolidan en su tierra, no puedo dejar de pensar en cuánto falta, a estos pueblos que por haber sufrido tanto debiesen haber aprendido, para establecer en serio una sociedad democrática, con todas las falencias y las incongruencias posibles. Porque ni siquiera lo que se persigue y apoya es una de las tontas aunque económicamente rentables empresas de la monarquía constitucional; al contrario: la búsqueda y la pasión apuntan hacia el poder absoluto, revitalizar la imagen del patrón, del padrastro, del que mantenga con coimas y regalos, permitiendo el progreso hasta el límite máximo donde vaya a reproducirse, no aquel del libre pensamiento y la libre expresión. Yo te doy pan y tú me lames las manos, y se las lamerás a mis hijos, y a los hijos de mis hijos. Qué desastre.

O nuestro estadio será el medioevo. Muy atrasados en la concatenación marxista del proceso histórico. Regresión producto de la orfandad, lo sabrán los que se tildan de psicólogos sociales. ¿Y dónde queda lo dinástico en Bolivia, cuando sus representantes carecen de familia y se ciernen sobre ellos sospechas de solterío extraño por lo empedernido? Con Cristinita Kirchner, bastante ordinaria por cierto para encajar en la emblemática aristocracia “fina y elegante” de su país, no hay problema. Sus jugadas “constitucionales” tienen a bien preparar el terreno para la entronización de Máximo Primero, rey del Plata, y luego quién sabe cuál otro de la parentela reinante. Con Chávez ya se ha hablado de la sucesión de su hija, la que funge de primera dama, y Nicaragua quedó monárquica en la última y arreglada elección.

No es fenómeno nuevo. Lo inventaron los padres de octubre del 17. La cúpula vivía a lo grande mientras repartía “con equidad” el resto entre la plebe. China ni qué decir, con el mejor ejemplo del caído en desgracia Bo Xilai, resurrector de los cantos maoístas de frenesí revolucionario, mientras su vástago, cría de rey, conducía Ferraris de cien mil dólares en su refugio estudiantil inglés. Un autor norteamericano, en un libro sobre el zar rojo (Stalin), cuenta que en la Rusia actual la aristocracia no son los Romanoff o los Tolstoi sino los que llevan los prosaicos apellidos de los artífices de la revolución bolchevique. ¿Y la intelectualidad?, bien gracias, con ávida lengua de siempre, la que gusta de la sal de la piel de sus amos.

Creo que Chávez sabe que la generala Muerte no pasa por elecciones. Cualquier carácter normal, en esas circunstancias, habría elegido el descanso y reflexionar con un aromático café y un buen libro los últimos años. La tragedia del poder lo impide. Pobreza de alma también en la infinita necesidad de sentirse inmensos, queridos, omnipotentes. No puedes pedirle peras al olmo, o grandeza a un milico golpista con mentalidad de cuartel; menos espíritu democrático. Quisiera ver a los españoles, por citar a alguien, que protestan airados y con razón contra los argumentos de Rajoy, qué harían si les cayera un Chávez, un Morales, una Kirchner o un Correa. La soberbia de Franco multiplicada por diez, porque al menos aquel tirano de miras estrechas, como lo llamó Churchill, creo que no intentó poner a sus crías en orden de sucesión, aunque participara con estos actuales de la fraternidad de los que desean morir sentados en bacinica de oro.

Cuando termine el nuevo mandato de Chávez, el 2019, habrá cumplido veinte años de gobierno. No va a suceder, es claro, pero solo la idea de alguien permanecer dos décadas en un puesto de elección democrática enferma. A qué tanto recato, declárense emperadores, reinas de una vez. Ya tienen solícitos súbditos. Quizá así aparezcan los que se encargaban, a su modo, de hacer caer coronas, o cabezas con corona, que técnicamente no es lo mismo pero es igual.
08/10/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 09/10/2012

Sunday, October 7, 2012

El mentidero


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Marcelo Ferrufino vive hace décadas en México. Luego de tanto tiempo, nuestra única relación era el recuerdo. Ahora la tecnología nos ha acercado, aunque tal vez nunca nos reúna, y podemos conversar, dentro de una anodina pantalla, de los colores, sabores, sonidos y aromas del pasado; distraernos, más que retraernos, en la memoria. Así perduramos, y perduran los nuestros.

Una de esas imágenes, comentándole yo que veía a su padre, tío mío, Armando Ferrufino Ustáriz, sentado en uno de los bancos de la plaza con amigos suyos, hizo que me relatara la historia del mentidero de la plaza 14 de septiembre, en Cochabamba.

La plaza principal había perdido estas sus denominaciones gloriosas. Para los ociosos, excombatientes, y visitas que conversaban alrededor de los bancos, al centro, el lugar era conocido como el de las “4 Jotas”, a decir: jóvenes, jubilados, jodidos y judíos, cada grupo en sitio específico. Jóvenes y jodidos juntos por el endémico desempleo; jubilados sin tener nada que hacer ni mujeres que los amasen; y judíos porque los huidos del frenesí nazi habían quedado desarraigados y querían tejer solidez nueva en novel y desconocida tierra, con sus paisanos sobre todo, pero también incursionando en el casi vedado mundo de la tradición cochabambina.

El banco de los jubilados daba la espalda a la torre de la catedral. Allí se resolvían los problemas de lo que no se había hecho y nunca se haría. Primaba la duda en lo referente a lo histórico, y la credibilidad de gobiernos y/o prensa. Quien muriera en la quebrada del Yuro, o Churo, no había sido el Che, ni Villarroel era el colgado en la plaza Murillo. Los fantasmas trashumaban alrededor como simples transeúntes y solo eran vistos por los suspicaces contertulios.

En el asiento general diversas camarillas se habían apoderado de sitios preferenciales. Los dandys criollos que jugaban billar en el Club (Social), se ubicaban al frente de su sede, cerca a dos terebintos que no existen ya. En la época el aire rural todavía juzgábase vital entre los habitantes de la villa. Araneños se agrupaban en un sector, tarateños en otro. Y el quechua hacía la distinción entre ellos. Podía ejemplificar dos cosas: indianidad o bonanza, porque unos nacían de india y otros aprendían la lengua en brazos de sus sirvientas.

Al llegar a casa, el tío Armando siempre tenía noticias importantes. Entre ellas, las soluciones referidas a la táctica y estrategia utilizadas en la Guerra del Chaco. Ya el polvo cubría las tumbas de los muertos y las hacía irreconocibles, pero veteranos y los que no, insistían en el empeño de dar al drama mejor final. La guerra eterna. Villamontes, Nanawa y Boquerón perpetuos. Inmortales Kilómetro Siete y Campo Vía. Esos hombres perdían las horas de una vida que se les iba en sustanciosas pero inútiles discusiones. O las ganaban, quién sabe.

Otro tema que consumió los relojes fue el de los golpes de estado. Debía serlo en un país cuyo cien por ciento de su masa militar era presidenciable. Casi una tómbola donde se barajaban nombres y grados, bingo que en lugar de números cantaba fechas y lugares. Por supuesto cada personaje disponía de información confidencial y sugería cautela en los días en que sobrevendría la tormenta. El problema de la discrepancia de datos y de informantes, tantos como miembros presentes, resultaba en carnaval de opiniones donde los más cuerdos o los menos locos deducirían que allí no pasaba ni pasaría nada a lo que no se estuviese acostumbrado y decidían alejarse, comprarse una empanada a escondidas, porque en la pobreza no se comparte.

Y los amores ¡cuándo no! de las “fulanas de antaño” (las llama Marcelo). Charla habitual entre varones y no muy varoniles consideraciones. Eso continúa. En mis tiempos era lo mismo, y oigo por sobrinos que sigue igual. Amores correspondidos que terminan en definición de puterío, o reacios cuyo rechazo conduce hacia la culpabilidad insólita de “además de puta, cabrona”.

Se desvanecieron. La plaza no alberga ya tertulias de “gente bien”. Nunca nada tiene por qué permanecer. Pero lo de antes y “más antes” (término cochabambino), hay que recordar.
24/09/12

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Publicado en Revista EXTRA (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 07/10/2012
Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 13/10/2012

Imagen: Plaza 14 de septiembre, Cochabamba/Foto Rodolfo Torrico Zamudio 

Saturday, October 6, 2012

Digresiones acerca de la voz de los jumentos


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Lo triste es no que se desdigan unos y otros, sino que siquiera se hable de ello. Y me refiero a abuso de poder, narcotráfico, corrupción, etc. No se habla de otra cosa, a decir verdad, y ante semejante andanada habrá que conceder que de algún lado vienen los rumores, no se producen porque sí, de la nada.

Nos consolamos en que así ha sido e ido nuestra historia, y no mentimos. Pequeño consuelo. En lugar de alegrarnos como cualquiera de logros científicos, deportivos, culturales, ante la ausencia de estos nos destrozamos a dentelladas, sacando a flote envidias, resentimientos, complejos, que resultan en exabruptos iletrados sobre cosas sin trascendencia colectiva, como queriendo lamerse las heridas del combate diario, personal, conyugal, y achacar el peso de vicios, fracasos, infidelidades, cuernos, cobardías (que bien conocemos siendo una sociedad tan chica) a otros, supuestamente en la orilla opuesta. Opositor, en Bolivia, parece significar no solo el que no concuerda con el gobierno, sino aquel que representa lo que alguno quiso ser y no pudo. Hoy, gracias a la bendición de vírgenes dada la temporada, entre demás cosas, la bailanta ha convertido a analfabetos en especialistas en heráldica, en gramáticos que no diferencian entre los adjetivos “francés” y “afrancesado”, y eso que tienen crías que sufren de la misma “enfermedad” de que se me acusa.

Pero, a la democracia nos atenemos y como me dice un cronista argentino al respecto de este tipo, los asnos tienen derecho de serlo, de opinar. En cuanto a la calidad literaria, lo mismo; recurro al grande Isaak Babel que defendía el derecho a escribir mal. Con semejantes antecedentes no podemos juzgar, tan solo sonreír. A Dios gracias para ellos que habitan sociedades no excesivamente exigentes en cuanto a calidad y capacidad, donde hasta los vagabundos itinerantes tienen la posibilidad de sentarse detrás de un escritorio y los cobardes de atacar impunemente. Un día cambiará, tal vez, porque el progreso es también derecho histórico, y aunque soportemos el derecho ajeno a la imbecilidad, no tendremos que soportarla en situaciones como la que trato.

Nada. El horizonte no refleja amaneceres. El crepúsculo ha invadido el espacio, casi como en una película juvenil, con marcados caracteres entre “buenos” y “malos”. La disyuntiva se ha tornado básica, sin espacio para sofisticación, no en sentido suntuario. Como elegir entre Uribe y Chávez, como si no hubiese otros, únicamente extremos ávidos de eternidad.

Finalmente, ¿conversamos de política o de zoología? A veces, en determinados períodos, estas ramas suelen juntarse y atormentar al ciudadano común desde la izquierda y la derecha, sonidos dorados de ideología, o al menos de discurso. Qué nos queda, observar estos seres salidos de los Caprichos de Goya. Goyescos jumentos con toga, con anteojos, modernizados por supuesto, porque en lugar de mirar los fuegos fatuos de siglos pasados, hoy observan aviones de la AA, American Airlines, hacen incomprensibles parangones y confunden en su infantilismo el alpha y el omega.

La tristeza no implica ceguera. De eso estén seguros. Y tampoco melancolía. Estamos atentos, alertas, y aunque preferimos no confrontar la falta de análisis en simples protozoos, tampoco queremos dejarles creer que alcanzaron victoria con su baba escurridiza. Vuelvo a que acá nos conocemos todos, y que los trapos sucios reposan en la gaveta y basta estirar los brazos para ponerlos al sol.
16/08/12 


Tuesday, October 2, 2012

Los transparentes/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Me acusan de ser superfluo en mis columnas antimasistas, no reaccionarias, y tal vez tengan razón: ¿por qué tendría que ser profundo, sesudo, analítico, ideólogo, enfrentándome a algo que de ideario serio no tiene nada, a un grupo de pillos que medran en la falsía? O vamos a recurrir a Eric Hobsbawm para explicar la “revolución” morales-linerista cuya teoría se basa en el estupro y cuya realidad es el bochorno. Claro que no. En primer lugar, y poco antes de morir, el teórico marxista hablaba sobre las rebeliones juveniles en el mundo, descreído de que en sí pudiesen llegar a tener mando real y anotaba que el desempleo es una de sus causas. Qué diría de Bolivia donde la juventud entra masivamente a la universidad, solo como antesala de lo gris que asoma, como un paso más de soslayar la futura falta de oportunidades, trabajo, etc, postergarlo hasta donde se pueda para luego caer en las ardientes arenas de un desierto que ofrece política y/o narcotráfico, tal vez contrabando, importación ilegal, juqueo, y nada más. ¿Para qué estudian los jóvenes en Bolivia sino para evitar la debacle un poquito más? Y cuando el Profeta dice que en el país hay solo un cinco por ciento de desempleo, miente; eso es tan falso como la permanente que lleva en la cabeza.

Emigré. Me hice inmigrante. Conocí los caminos de la inmigración, sus peripecias, dificultades, verdades y mentiras. Observé, desde siempre, compatriotas que tenían de sirvientas jóvenes de pueblo, a las cuales traían con promesas de buen pago, ropa, comida, la maravilla de los Estados Unidos… Oí aterradoras historias de mujeres encerradas, que ni tenían el domingo “libre” que les daban las patronas en la patria. Ni salario y menos derecho a queja. No hay peor patrón que el de tu misma tierra, se dice afuera. Griegos, vietnamitas, mexicanos, senegaleses, bolivianos, lo afirman. Nunca trabajes para un compatriota. Qué imagen terrible, la de no confiar, o confiar menos, en quien creció a tu lado. Baste para explicar al ser humano…

Cuando la ministra Suxo, adusta, enojada, responde para pasmo general que “el nepotismo no está penalizado”, me alegro de vilipendiar a los apostóles del proceso de cambio, que a diario demuestran que su única ambición es imitar a los ricos, comprarse trajes similares, adquirir poses, relojes de oro y autazos que los hagan brillar entre la oscura tez de sus paisanos. Suxo declara eso en defensa de su hija, que en Alemania tiene un cargo gubernamental, y que siguiendo las enseñanzas patroniles, se llevó “con gran amor” una empleada doméstica boliviana a la que no pagó, incumplió promesas, despertó a cualquier hora, explotó, como la mejor de las patronas que los plurinacionales dicen odiar y combatir. La denuncia la hizo una ciudadana alemana para que jamás se investigue en el país y donde –de seguro- la denunciante pobre tendrá proceso por atentar contra la imagen de un miembro de la nueva casta de intocables al revés. Cárcel debía ser, para la infractora esclavista y para quien la defiende. Pero recibirán medallas, como Sacha y otros. El nuevo adagio boliviano es “golpea a indio y tendrás beneficios”, “explota a pobre y te recompensaremos”. ¡Brava revolución!

Preferiría escribir sobre árboles, especies en peligro, leer un buen libro, pero no quiero callarme. El problema es que dentro de la marmita inmunda nos meten a todos. La mácula masista se nos viene encima y algo de lógica hay en ello: mira por quién votas y ese será tu reflejo. Nada tiene que ver con raza, clase. La raza la utilizan ellos para hacer de sus veleidades cosas concretas; la clase es asunto de su interés, no del mío. Que ellos andan buscando, como tristemente siempre lo hicieron los comunistas del mundo, un espacio aristocrático, fundar dinastías, lo opuesto al verbo que antes babeaban.

Transparentes son: a través de ellos se mira la oscuridad.
1/10/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 02/10/2012