Sunday, January 27, 2013

Combatir el hambre


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

En Chiapas, en medio del corazón zapatista, el gobierno de Enrique Peña Nieto acaba de lanzar su proyecto de Lucha contra el Hambre, tomando como ejemplo el exitoso de Lula en el Brasil. Lo opuesto a lo que se hace en Venezuela, Boliva, Cuba, donde en una bucólica plaza de la vieja Habana un hombre de cuarenta y cinco años años me dijo que en su país no necesitaban trabajar. El gobierno proveía de un poco de pan, un poco de carne, un poco de pollo, una pizca de aceite, un cupón de esto y de aquello, lo justo para no morirse, pero no lo suficiente para matar el hambre. Lo siguiente fue pedirme una goma de mascar, mi lapicero, camisa, cinturón, lo que fuere, que la Virgen de la Caridad del Cobre me lo pagaría.

En Cuba era invitado, y pocas veces he recibido un trato más amable, cariñoso de parte de la gente, y mejor servido, con hormas enteras de Roquefort a disposición, cada mañana, entre otras delicadezas. Paradojas que no entiendo, ni aunque lea y relea la contradicción de Mao. Sé que perfección no se ha de hallar, pero al menos una rasante que cubra con relativa igualdad las necesidades de todos. Eso se consigue con trabajo; si no lo hay, tampoco se come, y es labor de los gobernantes buscar las formas de proveerlo y ofrecerlo a sus ciudadanos. A grandes rasgos, digo, porque los matices entre explotación y trabajo suelen confundirse. No estamos en un universo de ángeles, ni a izquierda ni derecha.

Pero el proyecto en sí, en cómo lo delinearon los mexicanos, me pareció bueno, con la meta de en unos años alcanzar el objetivo de siete millones de personas que debiesen salir del foso. Sabemos que eso tiene efecto multiplicador y actúa también según sus propias normas inventadas al paso y características. Ahora veremos si se salta ese espacio entre el dicho y el hecho, donde por lo general se hunden las buenas intenciones y los mejores discursos. No debiese ser motivo de proselitismo, porque a cualquier gobierno, de la tendencia que sea, le conviene el afianzamiento económico de la población. El suceso de Hitler en esa área fue apoteósico, obviando el futuro en que derivó. Este hombre puso a Alemania a trabajar y lo logró con el apoyo de los industriales. Vale como referencia.

El asistencialismo gubernamental tiene que tener claros objetivos, y el mayor de ellos crear fuentes de trabajo, a tiempo de desarrollar la inventiva y el espíritu empresarial de los socorridos. Otra cosa es solo limosna, acostumbrar a la gente a aguardar por un mendrugo de pan, unos billetes de escaso valor, a cambio de apoyo incondicional a quienes más mal les hacen que bien. Cuando el precio de esto es el orgullo, cualquier proyecto está condenado al fracaso. Criar cuervos en lugar de leones suele marcar la diferencia.

Peña Nieto recién comienza su mandato. Al final estarán los resultados de cuán serio era hablando en el monte chiapaneco, justo donde hace un par de semanas marcharon y se reactivaron los zapatistas. Sintomático, sin duda. Ojalá que decidido. 22/01/13

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Publicado en Séptimo Día (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 27/01/2013

Imagen: Afiche de una campaña contra el hambre

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