Monday, September 9, 2013

Los camarones rosados/EJERCICIOS DE MEMORIA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Paul Gauguin consigna en su Diario íntimo un pasaje que fuera de su veracidad o no encierra la admiración y afecto del pintor hacia su amigo Vincent Van Gogh. Aparte de cualquier discordia, Gauguin mantuvo hacia Van Gogh una actitud intransigente de defensa de su genio. No dudó en exaltar las virtudes del pintor holandés en diversos pasajes de su diario. Entre ellos destacó la bondad de Vincent con sus semejantes. Muchas de las cartas que Van Gogh enviara a su hermano Theo son prueba de tales afirmaciones, constancia de la bondad y bonhomía de las que habla Gauguin. Esas cartas constituyen una alta expresión de humanidad.

Gauguin escribe Los camarones rosados. Invierno de 1886. París. Rue Lépic. Nieve. Frío. Van Gogh, famélico, deja su habitación con un paquete bajo el brazo. Entra en la tienda de un tratante de arte. Este reconoce la calidad de la tela que Van Gogh le presenta (Los camarones rosados). Sin embargo le da por ella una moneda de cinco francos (la obra vale por lo mínimo 400). Ello representa para el pintor una comida caliente, la vida que se había escondido bajo los copos. Sale de la tienda y va soñando con una apetitosa sopa de cebollas y una hogaza de pan. Toma en dirección a Saint-Lazare. En una esquina, una desmedrada mujer le alarga el brazo. Van Gogh no dubita en la tarde mortecina y entrega el fruto conseguido. París se ha cargado de pesadumbre pero Vincent sonríe...

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Publicado en Textos para nada (Opinión/Cochabamba), 1987


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