Tuesday, December 10, 2013

Sudáfrica, revolviendo la memoria



Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Recuerdo a mi madre, luego de su viaje a Lesotho en 1997, contándome las experiencias de las visitas a Sudáfrica que tenía pocos años de haberse transformado en república negra con Nelson Mandela como presidente.

Mi hermana Delia y su esposo Metin trabajaban en Lesotho, él como ingeniero en un proyecto de represas y túneles de desviación de ríos, y ella como maestra en el complejo alambrado, cerrado, del que disponían los profesionales extranjeros y sus familias. El alambre los protegía, decían, de leones merodeadores y de negros merodeadores, en un reino caracterizado por miseria, opulencia de la élite y ausencia de blancos.

Las represas se construían con dinero de multinacionales y con empresas sudafricanas asociadas. Lesotho era pobre, pero tenía abundancia de agua. La vendían a muy buen precio a Sudáfrica, para mantener la pujante industria agrícola del gigantesco país que los envuelve. Los basoto, habitantes del enclave, no querían que se los considerase zulúes como comúnmente se hace. En suma, para gente pagada en dólares, era un pequeño paraíso en medio de una región asolada por el sida, de bosques talados y muy bajo ingreso percápita. punto de partida para expediciones turísticas al Zambeze, a contemplar fauna o a la costa.

En Durban, Sudáfrica, provincia de Natal, hoy KwaZulu-Natal, mi madre entró al balcón de la habitación del hotel con los ojos cerrados. Escuchaba un rumor. Abrió los ojos y se encontró con el magnificente e iracundo mar de Durban, que aterraba y sobrecogía. Me dijo que pocas veces se había sentido así, ella que venía de las orillas del río-mar, el Paraná. A la mañana siguiente salió a caminar por el nuevo país.

Contempló blancos sudorosos, con anchos sombreros de cuero, en los supermercados. Muchos portaban pistola al cinto, a la usanza de los westerns de Hollywood. Ningún negro lo hacía. El racismo continuaba con el mismo fervor del que había leído y escuchado. Maltrato, insulto, desprecio hacia el negro. Era lógico que dese 1994 poco podía haber cambiado; los procesos históricos son por lo general largos. Lo que ella observaba quizá eran los remanentes de una cultura violenta y discriminatoria.

Siendo maestra, aparte de estudios de abogacía, sabía que el meollo del asunto estaba en la educación. Miríadas de africanos se movían al unísono como guiados por instinto. Mientras tanto, la élite de origen europeo redactaba las leyes y graduaba a sus vástagos en universidades para heredarles el país. Habló de generaciones, de pupitres y profesores ignotos que tendrían que dar su aporte generoso e incógnito para fundar algo nuevo, si es que aquello iba a tener éxito.

La maravilló lo hermoso de la tierra.

Luego, estando de visita y de vacación, disfrutó como sabía hacerlo una brillante mujer, de las novedades de otras culturas. Por un lado la apenaba la visible abyección y desorden de Soweto, y por otro se encandilaba ante los lujuriosos penachos de plumas de los jamás extinguidos guerreros. Lugar de contradicciones y encrucijada de un proyecto cuyo borrador sonaba a ilusión. Una argentina en la tierra de los basotos, la antigua Basutolandia, escribía a sus hijos impresiones que el tiempo ha matizado y comprendido. Misivas cuyo peso reflexivo me sirven para entender la Sudáfrica de hoy, y las consecuencias en países dependientes de ella como Lesotho.

Con los acontecimientos del día, me avengo a recordar estas cosas, y a utilizarlas como reconocimiento y homenaje a mi madre, en 9 de diciembre, su cumpleaños, y a la memoria del gran hombre que fue Mandela, Madiba para su pueblo.
09/12/13

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 10/12/2013

Fotografía: Cartel segregacionista durante el Apartheid

2 comments:

  1. Siento verdadero asco al leer comparaciones de Evo con Mandela, eso de que Lula habría dicho “Evo es a América lo que Mandela a Sudáfrica” por lo menos así esta publicado en un diario uruguayo en 2009 y otras delirantes patrañas que se han escrito en todo lado. ¡Cuánta desfachatez, cuánta ignorancia, cuánto irrespeto a la figura de Mandela!. De los plumíferos desperdigados, reclutados para la causa no me extraña. Con esto, Lula se me terminó de caer, por lo menos me parecía un caudillo con sentido común y algo de decencia, de hecho, siempre le tuve simpatía. Ahora no más, mucho peor después de conocer otros detalles escabrosos como el bullado caso del “mensalao”. Hasta en el gigante vecino continua el latrocinio.
    Muy emotiva la historia familiar de la experiencia sudafricana, gracias por compartirla. Familia de curiosos viajeros resultaron ser, ahí están los genes de las grandes crónicas y demás historias.

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  2. Gracias, José. Mucho les debo a mis padres, cierto, y nunca dejé de escuchar sus reflexiones acerca de lo que hacían: viajes, trabajos, política, libros.
    Lula se borró definitivamente de mis simpatías. Cada vez más los oscuros detalles de la corrupción brasilera se le acercan. Nada extraño que en algunos años lo veamos sentado en el banquillo de los acusados. Buen maestro para quienes sabemos, en malas artes. Un abrazo.

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