Tuesday, January 26, 2016

Idealistas/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Paso el sábado con lecturas y videos acerca del alzamiento, presidencia, exilio, guerrilla y asesinato de Francisco Caamaño Deñó, en la República Dominicana. Recuerdo un SIETE DÍAS de los años 70 que anunciaba su muerte. Una de las fotos, o la foto que acompañaba el texto, mostraba al militar con otros rebeldes. El pie de página rezaba: El “Ché” Caamaño Deñó, con la obvia comparación.

Luego leo a Montaner que describe a Evo Morales como una “calamidad”. Al menos Montaner es inteligente, no la bestia de García Linera con opiniones cada vez más ostentosas y estúpidas. No sabe otra cosa que los beneficios infinitos de la coca, sigue el cubano. Con razón.

Acá no existe aquello de que el rey ha muerto, viva el rey, porque este monarca que se trepó en la silla y construyó su nicho sagrado en ella, no muere. Si hemos de creer a sus acólitos, entre ellos García que es creyente además de exitoso comerciante, amén de pobre pitagórico, la eternidad lo ha bañado y ya no solo es argonauta, astronauta, eternauta sino otra pierna de la Santísima Trinidad que con él adherido se convierte en el Santísimo Cuadrúpedo. Dispone, según el vicepresidente, del interruptor para apagar sol, luna y estrellas. Nos privará, cuando quiera, del triste Neruda que no verá titilar más astro alguno.

Caamaño… De niño creía en él como creí en Guevara. Luego se progresa y si algo se aprende es acerca de la inutilidad de los muertos, al menos en América Latina donde los populistas de hoy profanaron cualquier halo de santidad y épica que tuvieron los sacrificados. Cabe pensar que si las crías son estas, cómo hubiesen sido sus progenitores dándoseles la oportunidad. Está Castro, la momia, el momio, para recordarlo. Siempre tuve un prurito en contra suya y poco creí en su barba que contradecía el falsete de su voz. Y en casa se decía, cuando murió Camilo Cienfuegos, que lo mató Fidel.

La primera vez que leí, muy joven, Las venas abiertas de América Latina quise llorar. Luego hice una tutoría en español con el libro y entendí, junto a mi lectora anglosajona, que no era más que un breviario que dejaba más en blanco que lo que cubría con palabras. Vale como mérito investigativo, pero es poco sólido.  

Carteles con el rostro de Huber Matos cubrían las paredes de Cochabamba en la infancia. ¿Quién los colgaría? ¿Falange Socialista? Pero por un par de décadas fue el traidor. Al que asome la cabeza, duro con él, Fidel, Fidel. Matos la asomó. Sus memorias cuentan otra cosa, la apropiación indebida de los Castro del mérito colectivo, la divinización, el temprano culto de la personalidad, la cobardía y el acecho. Cierto, lo tomo de C. Wright Mills, que Estados Unidos tuvo gran parte de culpa en la forma en que aquello se desarrolló. Pero el germen existía y el déspota todavía se niega a morir. Los placeres terrenos, el oro y la lujuria del poder, no lo dejan abandonar el paraíso.

El paraíso, tema profundo en las luchas de liberación. Visité Cuba y para mí fue edén; país extraordinariamente bello, gente talentosa y de vasta cultura, amigable. Discutí con un marxista brasilero acerca del capitalismo aymara, que en lo personal era eso y no otra cosa, igual al imperial con diferentes matices. Nada pude contra la ortodoxia. “Evo” era Marx reencarnado y el dispendio, explotación y despilfarro plurinacional parte de la revolución…

Desayunábamos toda clase de cortes fríos, hormas de roquefort, camarones grandes como una mano, frutas, panes varios, jugos. Hartado salía a caminar para ser inmediatamente detenido por alguien obviamente miserable que pedía que le regalara mis zapatos, la camisa, la lapicera, un chicle. Este, el chicle, era buscado como pepita de oro y solo vi una tiendecita en el rellano del lujoso hotel que los vendía detrás de mostradores de vidrio.

Las mucamas pedían los jeans, el lápiz labial de la esposa, la afeitadora, pasta dental. Las aduaneras, al salir, preguntaban si nos quedaba algo de shampú.

25/01/16

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 26/01/2016

Imagen: Gerald Scarfe

Monday, January 25, 2016

Entre monjes y bandidos con Jacques Soubrier

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Suicidas islámicos se hacen volar con explosivos. En Yakarta, París, Istambul. Quiero creer que se trata de algo nuevo, del siglo, del anterior a más, pero viene de antiguo. Lo encuentro en Monjes y bandidos, desde el Adriático hasta las fronteras iranianas (Espasa-Calpe Argentina, 1949). El método ha cambiado; la violencia no. Occidente no ha sido ajeno a ella tampoco, pero a partir del fin de la Segunda Guerra las cosas parecieron diferenciarse. Vino Bosnia para recordarlo.

Sin embargo este no es un libro sobre la violencia. Está plagado de ella pero sus páginas viajan no solo por la geografía comprendida entre la otrora Yugoslavia y Persia, en el siglo XX, sino por la historia. Tiene un tinte herodosiano, por Heródoto, ansía ser amplio y erudito y lo logra. Apenas hay referencias que lo sitúan en lo contemporáneo, ya que pareciera un texto anciano, una crónica de aquellas perdidas y recuperadas.

Comienza en el monte Athos, con un delicioso y decadente retrato de los monjes y su entorno. Jardines, árboles centenarios, el lunar donde se ha alojado la paz. Pero las paredes se descascaran, los tesoros desaparecen; manuscritos bizantinos que terminan en mercados mediterráneos envolviendo flores y verduras. Como digresión, así era en la Cochabamba de los 50, cuando los documentos del archivo histórico se usaban para vender tostado y q’opuru.

Breve paso mientras se adentra en las islas del Egeo, Chipre, Rodas, acercándose a Constantinopla para seguir a Damasco y Bagdad. Trashuma lo que hoy es tierra prohibida, génesis de la humanidad y su mortaja. Hoy refugiados del Asia Menor mueren en las costas; Soubrier menciona la reconquista turca de las ciudades griegas en Anatolia, de cómo en Mundanya millares de griegos perdían la vida ahogados queriendo alcanzar los barcos ingleses que los salvarían. Todo lo que pasa ya pasó, sin aprendizaje. Como contraparte está la belleza de las construcciones, albaricoques, melocotones y membrillos en medio de jardines. Mausoleos de Bayaceto y Mahomet I, el loco; la Mezquita Verde (en Bursa) y la perfección del arte seljúcida; la demoledora cita, entre otras siete coránicas, que el sultán hizo poner sobre su tumba: El mundo “es una carroña y los que se empeñan en vivir en él son unos perros.”

A su modo, el autor hace un recuento de la antigüedad cristiana en tierras ahora mahometanas. Una cruzada del recuerdo y la debacle, la muerte en oleadas invasoras. Libro escrito en 1945, justo después del Holocausto, detalla, no de la manera sistemática como hicieron los alemanes, el genocidio cristiano en Oriente, un drama que no se inicia (en ambos lados) con la llegada de Pedro el Ermitaño sino que se insume en el mito antiguo del rapto de Europa, el de Helena, Troya, y el histórico de Alejandro Magno, Jerjes y Artajerjes…

Se obsesiona con los kurdos, indoeuropeos asfixiados entre árabes, turcos e iranios y monta con ellos, de noche, siguiendo la senda del bandidaje y la rebelión. Otra vez, la crónica parece sacada del corazón de la Historia, no de un mundo cuyo último conflicto fue ostentoso presagio de tecnología de guerra. Aquí no, es el hombre a caballo, el patriarca, donde bigote y barba tienen significado, y los viejos fusiles no son mejores que el curvo cuchillo.

En Oriente, “todo lo que no sea una extensión pelada se llama jardín”. Vergeles. Llega a Halabja, en los contrafuertes de Avroman, donde dice que se come con el revólver al lado y hay terribles relatos de bandidos que freían a sus víctimas persas, que, hay que decirlo, también son duchos en el arte de la tortura. Entre los detalles de viaje inserta párrafos por lo general sangrientos del pasado. No se debe al morbo de relatar el espanto, sino que los siglos se desarrollaron así, con la furia mongola, la sangre derramada por Tamerlán y etcéteras siempre pintados de rojo.

De ejemplo Arbelés, fortaleza milenaria, cuyos muros desmoronados muestran el paso del tiempo mezclado con el horror, paredes similares a las que “vieron triunfar a los soberanos de Assour cuando Sardanápalo hacía extender las pieles de millares de cautivos desollados vivos ante los altares de Ishtar, después de la guerra contra el Elam”.

“Lo oriental no lucha contra el tiempo: se abandona a él, facilitándole la tarea, y los caravaneros que  pasan delante del Erbil, los albañiles que terminan la destrucción de las casas antes de reconstruir las nuevas, miran y palpan sin emoción estos testigos de un pasado enorme…”.

Poco espacio para un libro que destapa un universo, concentrado en un relativamente pequeño núcleo geográfico, el crisol del tiempo, en donde las más salvajes tribus del Kurdistán: Zibari, Chirbani y Mizouri, cortan a pedazos a los tibios. Alternancia de la persistencia y la creatividad con la violencia, donde al lado de arabescos de gran belleza, en Mosul, los posaderos presentan a Soubrier un caldo de pollo cubierto de plumas y entrañas, un agua hirviente donde se hubo de poner al ave viva y cocinarla.

Unas palabras, un capítulo en Soubrier, sobre los Yezidis, que adquirieron notoriedad el año pasado con el genocidio y esclavitud que sufrieron por parte del Estado Islámico. Escondidos en el monte Sindjar, en una “región prohibida, detrás de una frontera vulnerable”, los yezidis que veneran al profeta Cristo y respetan los Evangelios. Una obsolescencia que aún no ha sucumbido a siglos de depuración étnica y religiosa, igual a las tribus nómadas musulmanas que todavía, en la estepa kirguiza, firmaban en tiempos del autor con la cruz de sus antepasados. Y los uygur, que hoy confrontan a China, islámicos que un día fueron cristianos.
19/01/2016

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Publicado en PUÑO Y LETRA (Correo del Sur/Chuquisaca), 25/01/2016

Wednesday, January 20, 2016

Un referendo obsoleto/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Cuando lo pensaron las “brillantes” y pecaminosas mentes del Movimiento Al Socialismo, todavía el aura de santidad y eterno que pintan en sus iconos (hoy selfies) los falsos comunistas, brillaba. Poco tiempo ha pasado desde entonces y mucha agua. El trono de carrizo (más conocido entre nosotros como caña hueca), se deshace, ya no soporta el peso engordado de la piara gobernante.

Pero persisten. Dicen las hojas de coca, los narcoachachilas y los narcoamautas, que asoma el Pachakuti; no en vano el incansable Choquehuanca, insano roedor y peor profeta, se ha declarado descendiente directo de los incas. Su convencionalismo fascistoide lo hace ver todo en rígidos monoblocks donde no penetra el análisis. Para él lo “indio”, lo “aymara”, lo “inca”, es lo mismo. ¿Para qué entretenerse con la historia si se habita en medio de un pueblo adicto a los bufones? Poco se necesita en Bolivia para coronarse; menos en Coquivia, parnaso en que nos convertimos y donde la ficción devoró la realidad. Retomo a Isherwood en su viaje sudamericano y lo mal parafraseo en aquello de que en esta región del mundo, acólita de los mandones, poco cuesta volverse loco.

La coca se equivocó, cayó volcada. El Pachakuti que quizá asome no es el suyo, el de estos. El tiempo de los embaucadores termina. Comenzará el de otros, léase Mesa y etcéteras, con su cohorte de intelectuales lacayos como suele ser regla. La nación acéfala busca una cabeza que no existe. Comenzamos con Bolívar en un estatus irreal y continuamos así. La retórica ni basta ni alcanza.

Recuerdo la película chilena NO. Presumo que los estudiosos del movimiento social-político adscritos a esta opción la han visto y visto otra vez para ubicar estrategias posibles en un medio distinto. Creo que de acuerdo a nuestra idiosincrasia ello no se hará ni ninguna otra cosa que signifique esfuerzo. Amamos lo improvisado  pero no con la cualidad del jazz sino de la mediocridad absoluta. Si de algo carecemos es de imaginación, que poco tiene que ver con alucinación, y dejamos gran parte al azar o al dedo omnipotente de cualquier villano. Pobrecitos, indiecitos, explotados e incomprendidos. Cuando terminemos con la lástima de y por nosotros mismos podremos avanzar. Eso equivale a arrojar al cubo de desperdicios los quinientos años de expolio y anteriores aberraciones que precedieron a los bárbaros/barbados. Cuesta.

El de Ecuador, Correa, se ha dado cuenta y retrocede en sus intenciones de eternidad. Promete ¿Amenaza? con retornar. Sabe que otro de los determinantes históricos de la América Latina es la ausencia de memoria. A Evo Morales le convendría un poco de luz y dar un paso atrás para dos adelante después. Pero, igual al caso venezolano, la corruptela ha llegado a tal nivel que recular sería como tirarse en manos de la justicia, la de aquí o la del norte, y eso lo hace imposible, así se descalabren contra un muro de piedra. Su referendo es SÍ o SÍ; no tiene escapatoria. Hay que comprar tiempo, a ver si los dioses andinos, que poco hicieron para impedir que se correteara con casi nada a sus pueblos, actúan y expelen un hechizo sobre la razón y la lógica.

Obsoleto, carente de sentido. Digan lo que digan los “movimientos sociales” o blandan el machete por encima de las ciudades los cocaleros. Su mandato se acabó, al menos por la temporada. De nada sirve lamentarse, llorar, criticar y culpar al otro. Los que acepten las reglas del juego, por insufribles y defectuosas que sean, que se queden. Los delincuentes, si bien no se asegura su castigo, mejor escóndanse aunque se les sugeriría el suicidio. Sin embargo, nada es perfecto.
18/01/16


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 20/01/2016

Fotografía: AP/Juan Karita, Daily Mail (Reino Unido), 2014

Monday, January 18, 2016

El estrecho dudoso/EJERCICIOS DE MEMORIA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

El secreto de la vida e historia de las civilizaciones centroamericanas se encierra en las selvas donde la voz es nada.

Mudos testigos, pirámides y estelas semienterradas en el fondo del olvido, semimuertas, casi vivas, pletóricas de misterio.

Ernesto Cardenal escribió un poemario, que es más una crónica, sobre la conquista española de esos reinos velados. El estrecho dudoso se liga a la historia de Nicaragua, a sus antecesores.

El poeta evoca con palabras los equívocos del aire. Está elegido para hacerlo. Por eso Cardenal es más en esta obra que los historiadores. En ellos el relato de la conquista del imperio azteca suele ser tibio; en Cardenal adquiere visos de epopeya. Los tambores en la cima del Gran Cú, cuando habían de sacrificar a los soldados españoles, estremecen. El ritmo del poema hace como si se escuchasen los golpes. Sin quererlo, se siente ser uno de los sobrevivientes de la expedición de Cortés. Llueve en la Noche Triste y el lúgubre sonido de los timbales anuncia la muerte de los amigos. Las hojas ensombrecen, se tornan hostiles. Y nos encontramos llorando mientras la tormenta desflora los terrones del piso.

Si América fue un paraíso, Cardenal lo recuerda con nitidez. Es hora melancólica por lo pasado y lo desconocido.

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Publicado en TEXTOS PARA NADA (Opinión/Cochabamba), 1987

Tuesday, January 12, 2016

De santos y marxistos/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Marxistos, los llamaba mi padre, como periodistos a ciertos periodistas locales. Su idea era clara; no se equivocaba.

Sigo las noticias venezolanas; hay algo de siniestro en ello, íntima esperanza de ver la debacle de quienes hicieron más por la derecha que toda la historia junta, los que en nombre de la revolución y ese dulzón vocablo que es “pobre”, amasaron tal poder y fortuna que Pinochets y otras aves de paso y de rapiña quedaron como bebés de cuna, simplotes e ingenuos.

Macabro, digo, porque no niego que guardo una obsesión quizá malsana por el simbolismo de la guillotina. Tener la cabeza del o los déspotas huele a trofeo mayor. La caída de una estrella no obliga a pedir deseos, es un deseo en sí, y no veo la hora de satisfacer estos bajos instintos cuando la permanente de Evo Morales, el maquillaje de García Linera, rueden por el estrado de la historia como pingajos. Entre otros, por supuesto: diosdados y menosdados, maduros y verdes, rousseffs y ortigas, ortegas igual. Correa, el castrato (por la voz) ecuatoriano, ha visto que su tiempo se acaba y opta por una salida de grandilocuente ánimo. No lo hace por decencia y bonhomía; sabe que los sigloveinteañeros se agolpan en el embudo del fin, y lo que fue otro Reich sudaca va terminando mal.

¿A qué recurre la recua de marxistos cuando se aproxima el telón? A la divinidad. Rescatan a Jesuses y dioses de toda laya para materializarlos entre sus líderes vivos y fallecidos. De pronto el comandantico Chávez excede a Bolívar con quien era par y se eleva hasta la Santísima Trinidad. Aparece como Cristo redivivo. Tal vez se lo ganó porque andaba en tanto llanto y con tanto crucifijo que algo de beato tendría. Era, a su modo, su zamba para no morir.

Cristina Fernández, la Kirchner, vestía de punta en negro, con velo cubriéndole los ojos de pecado, para apresurarse a ir a besar mano y sotana de Francisquillo papa. Cuando las vacas de la economía comienzan a enflaquecer se agolpan los izquierdosos para rituales religiosos cuasi medievales. El falso inteligente, el tuerto entre los ciegos de Bolivia, Álvaro García Linera, por poco no predice eclipses y las diez o doce, o veinte o treintaicinco plagas de Egipto si no se reelige a “Evo”. Veleidades putañeras de modestos pensadores y eximios rateros.

Ya comenzó así, cuando se coronó al “aymara” en Tiwanaco y creo que fue Eduardo Galeano que narró abrirse los cielos y la luz entre las nubes caer sobre la pelambre moralina como un augurio. No se observaron palomas en las alturas, o se olvidaron de registrarlas. Lo que sí, y mucho, el meadero colectivo que ensució las ruinas y se convirtió en vaticinio de lo que habría que esperar. Perdón por la ignorancia, olvido que quizá orinar y cagar a la intemperie protege el medio ambiente. Hay que “vivir bien”.

La Iglesia tiene que convocar sínodos urgentes. Ahora que los marxistos están de caza ni las vírgenes están seguras. Pronto, si las cosas empeoran, le pondrán el rostro del Evo a la virgen de Urkupiña, luego a la de Cotoca y a otras, menos a La Bella (de Arani) porque en ese específico caso habría flagrante contradicción… Para detalles de esa índole nadie mejor que el vicepresidente añadiendo alguna opinión entre inteligente, mesiánica y críptica que conjuncione a los aparentes irreconciliables.

France Presse publicó fascinantes fotografías de cuando retiraban los retratos de Chávez y de Bolívar desenterrado del recinto parlamentario en Venezuela, lo que dio origen a la comparación del coronelito con el nazareno; era una suerte de crucifixión, con la salvedad que el rostro hinchado del milico, orejudo y lampiño, ni se asomaba al mozo barbado y plácido que nos han presentado como el salvador.

Evo también aparece de profeta y como dios, previa etapa en que quiso ser miss universo y presentarse en bragas y corpiño como delicia internacional gourmet, plato paceño.

11/01/16

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 12/01/2016

Imagen: Karl Marx Realty. San Francisco, 2012

Monday, January 11, 2016

Las "Cartas a María Teresa"/EJERCICIOS DE MEMORIA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

José Revueltas, escritor marxista mexicano, escribió a lo largo de la vida apasionadas cartas a su esposa María Teresa. Su condición de político no le impedía manifestar lo que básicamente era: un ser humano.

No quiero adentrarme en las cartas en particular sino tomarlas como ejemplo, representación del espíritu del artista en general. Dudas, temores y culpas de José Revueltas no son más que problemas por los que atraviesa toda persona dedicada al difícil oficio de crear.

El artista encuentra un grave escollo en la consecución de su pareja. Al no compartir en esencia límites formales con el resto, esta labor le resulta complicada. El arte vulnera al hombre que lo posee, peor si es espíritu frágil, propenso a no resistir los embates de un mundo cada vez más duro y artificioso. Así le cuesta mantenerse intacto. Busca en el otro un apéndice de la vida familiar, cierta nostalgia de la protección. Rara vez cuida de su pareja; por lo común se cobija egoísta en ese espacio de amor. Allí, solo allí, se siente capaz y valioso. No hay mejor motivo para crear. Sin amor no hay arte. Y sin protección tampoco. Revueltas, hombre fogueado en la vida, se quiebra y recurre a María Teresa, fiel compañera. Ella es la madre que soporta sus extraños caprichos, producto de un alma hipersensibilizada. Cierto que esos caprichos son pinceladas de genio. María Teresa lo socorre cuando más lo necesita.

Hay egoísmo en lo que escribo. Quizá mucho. Pero amo a las personas, hombres o mujeres, que tienen tal don de solidaridad, que son capaces de sostener e incluso avivar la desesperante llama del arte. José Revueltas tuvo una; Baudelaire no.

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Publicado en TEXTOS PARA NADA (Opinión/Cochabamba), 08/11/1988

Tuesday, January 5, 2016

La crítica de las armas/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot 

Había un libro de Debray con ese título. Valoración y crítica de la guerrilla latinoamericana: las armas sin el pueblo, el pueblo sin las armas. Daba fin, en teoría, a la alucinación foquista que comenzara en Cuba y que años después parecía reafirmarse en Nicaragua. No es el impulso de mi texto pero sirve mencionarlo. Además que recuerdo unos “cursillos” de lucha armada en los que sociólogos (esa grey entre pavo real y gallinazo) impartían lecciones de historia y del futuro de la revolución a partir del libro del francés. La boca se llenaba de épica y se entumecían los cojones.

Hay en Estados Unidos más de 300 millones de armas en manos de civiles. Tal número ha excluido ya la discusión acerca de la Segunda Enmienda, obsoleta, de 1812, haciéndola parecer pretexto irrisorio para algo que se fue hace mucho de las manos. Entre la Biblia y la ametralladora podría llamarse el retrato en grande de la sociedad norteamericana, a pesar de que esta descripción muy adecuada al ciudadano blanco, se ha extendido a las minorías seducidas por el mismo encanto de la muerte, o del poder que trae la muerte.

Existe el temor válido del habitante común a las desviaciones de su gobierno, a que este en un momento dado adquiera tonos dictatoriales. En ese caso tendrá en el lado opuesto a un millonario ejército de civiles armados que lo pondrá en su lugar. Divagación no imposible, sobre todo hoy que la amenaza del terrorismo global tiende a vulnerar derechos individuales, quebrantar la ley y solidificar el poder en nombre de la defensa.

¿Cómo ceder entonces el derecho a defenderse por cualquier medio? Sin embargo en EUA hay infinitos más muertos por armas civiles que por actos de terror. ¿Estamos ante una disyuntiva o ante un absurdo? Demasiado complicado pero se necesitan soluciones, ya parciales dado el avance irreversible del fenómeno.

Suceden entonces hechos como los de la sala Le Bataclan en París y sus noventa muertos por yihadistas encubiertos y posiblemente ignorantes de las razones en detalle para hacerlo. Todo, hasta la muerte, se maneja a nivel superficial. Unos cuantos cerebros que manipulan ignorancia y fanatismo, en cualquier lado u ocasión. La masacre del teatro parisién no hubiese sido posible en los Estados Unidos ya que buena parte de los presentes estaría armado y con ánimos de defenderse o solo de lanzar tiros. La masacre de la inauguración de la última película de Batman, hace unos años en Aurora, Colorado, lo desmentiría, pero aquello sucedió a oscuras y por un instante semejó ser parte del espectáculo. París fue diferente.

He visto carros de asalto militares en barrios de mi ciudad actual. Me pregunto para qué quiere un dependiente de tienda (por darle profesión al personaje) semejante potencia de fuego. Cuán sobrio debe ser este individuo para aguardar por una ocasión -ojalá imposible- de usarla. Nadie garantiza que en instantes de desasosiego, depresión, alcoholismo o tantos males de la sociedad moderna, crea que (culpa de Orson Welles) vienen los marcianos y elimine a toda la cuadra. O que Dios y sus innumerables caminos le sugieran que el vecino está poseído por el diablo y que es labor suya como creyente borrarlo.

Durante años me he mantenido al margen de las tiendas de armas. Nunca necesité defenderme hasta un extremo así y nunca tuve temores rayanos en la desesperación tampoco. Sé, además, que con tanto hideputa suelto no faltaría ocasión de reivindicar lo que pienso. Decisión personal. O vivimos en colectivo y en cierta concordia o primero nos matamos el uno al otro y luego comenzamos a devorarnos. El caníbal adentro no duerme y le llega otra vez su hora... Endebles razonamientos porque sé que si tocaran a los míos despertaría la bestia. Y ganas no faltan, viendo a los de arriba, de abordar el asunto de modo expeditivo y tal vez como excepción a la regla.
04/01/16

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 05/01/2016

Imagen: Caricatura del Sun Sentinel

Sunday, January 3, 2016

Un lituano triste/EJERCICIOS DE MEMORIA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

He visto un cuadro. Representaba un paisaje de alguna región de Francia. El trazo y los colores eran agresivos, desusados. Expresionismo de alto nivel, casi con la fuerza de Vincent... Al pie, leí el nombre del autor: Chaim Soutine.

Conocía pinturas de Soutine; sobre todo de la serie titulada "pasteleros". Hombres con rostro de tristeza alargada, como lunares al centro del color. Rojos impresionantes, sangre de la paleta...

El lituano Soutine había nacido en 1894. En la primera década del siglo se trasladó a París, donde moriría en 1943. Su vida no fue sencilla. La indigencia acompaño la soledad. Durante la peor crisis, Modigliani lo presentó a marchantes que le compraron telas. la bohemia es dolorosa pero el genio lo es más aún. 

Superfluo decir que la buhardilla que habitaba era húmeda y malsana. Cien trabajos diseminados en el espacio. Pared gris, cielo gris, cómo no grises las manos...

Un parque. París que se extingue para ser otra ciudad, más cruel, al día siguiente. La sobrevivencia de la mirada que se filtra en los escaparates de comida. Y quizá el amor; las prostitutas paridoras que se han pintado la cara de blanco y juegan a ser muertas.

La mano delimita las cuencas de un semiespectro. Chaim Soutine se dispone a pintar. El caballete flota en el vaho mientras el artista presume del canto de su silencio. Perdura un poema de colores sobre el burdo mantel de cocina. La Lituania ya no está. Un carruaje trota en el empedrado...

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Publicado en TEXTOS PARA NADA (Opinión/Cochabamba), 1988

Imagen: Chaim Soutine/Liebre con tenedores