Tuesday, December 13, 2016

Donald Trump, el voluntarioso espía ruso/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Diga lo que diga el infantil energúmeno, está comprobado que la Rusia de Putin puso su inteligencia a trabajar para que el “republicano” fuese elegido presidente. Cierto que Trump es inestable, caprichoso, vanidoso y avaro, detalles que podrían alterar el curso de sus esperadas reacciones, pero, a la larga, y con mucho, sería más manipulable que la dura Clinton. Apostaron por él, y triunfaron.

Pero la cosa no parece estar en definitiva suave y lisa para el futuro mandatario. Tanto que hasta es posible que su legitimidad sea cuestionada y que la zozobra ligada a ello termine pronto en un impeachment que lo expulse como a Nixon. No solo por el affaire ruso, también por las ligazones económicas de Trump alrededor del mundo y que en pocas palabras se niega a dejar en su totalidad. Hombres de negocios hindúes lo visitan en su torre neoyorquina; el presidente turco afirma que Trump le habló de negocios particulares suyos en Turquía cuando lo llamó para felicitarlo. En el caso de Taiwán, sucede que la nueva familia real tiene proyectos millonarios en la isla y que la defensa a ultranza de la conversación –inusual- con la presidente de la considerada provincia rebelde en China fuera para asegurarlos. Lo mismo en Filipinas. Y Rusia, claro, donde hay cientos de billones de dólares en la mesa.

No en vano en carta firmada por gente de importancia en los Estados Unidos se dice que Trump utilizará la presidencia en beneficio propio. Lo que echaría por la borda doscientos años de progreso y, aunque pausada, la democratización interna del país en cuanto a razas, géneros y más.

En un extenso reportaje del New York Times (11/12/2016) sobre cómo actúa la Rusia de Putin para acabar, desacreditar o eliminar a sus rivales políticos, el disidente Vladimir Bukovsky narra la manera en que los servicios secretos de su país de origen plantaron evidencias de pornografía infantil en su ordenador para causarle problemas con la ley inglesa. Eliminaron a Litvinenko en Londres; la periodista Anna Politkovskaia que desenmascaró la guerra en Chechenia fue asesinada. La difamación de carácter se ha hecho práctica común.

Con Donald Trump presidente, Rusia se asegura manos libres en Siria; sabe que el genocidio en que participa con fruición será obviado en aras de intereses privados de un lado y estatales del otro. Ucrania puede ser total pasto de la ambición del exespía de la KGB; lo mismo los países bálticos. En Estonia los jóvenes se entrenan ya en tácticas guerrilleras ante la posible inmolación de su soberanía.

Trump se considera a sí mismo un intocable semidiós. Alarga la trompa para delinear sus cambiantes opiniones de forma que parezcan las de un sesudo pensador. Se habla de su capacidad para los negocios; también, menos, de su habilidad para el embuste. Lo han llamado “con man”, el gran embaucador. Y otra cosa no es. Su elección sirvió por supuesto para destapar horribles contradicciones de un país que juraba haberlas superado. La existencia de ignorancia y deficiencia intelectual en una masiva parte de la población norteamericana, no acorde con el nivel de vida acostumbrado desde la época de oro luego de la victoria en la II Guerra Mundial. Destape que si no se toma en serio destruirá para siempre en algunas décadas esa al parecer indestructible, e insustituible, fortaleza.

Creerá en su fuero interno que Rusia va a servir para sus propios designios. Error. La pena que el costo no lo pagará personalmente. Ha puesto en juego, y en oferta, un país entero. No en vano un congresista demócrata de Texas asegura que nada peor podía haberle pasado al Partido Republicano que la jefatura de este hombre.

Festejaron en Moscú, en la Duma, con champaña su elección. El espumoso trago correrá como agua entre ricos y déspotas en uno y otro lado. Los tontos útiles que votaron por él, la supuesta “clase trabajadora”, tendrá que absorber el golpe.
12/12/16

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 13/12/2016  

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