Monday, February 27, 2017

Los Virginianos de Claudio Ferrufino

JORGE SUÁREZ

No hay literatura sin crítica literaria. Esta observación, tan obvia, tan simplista en un primer examen, asume la dimensión de una rotunda verdad a la hora de analizar lo que pasa en la literatura boliviana. Nuestra producción bibliográfica es más importante de lo que se cree y, sin embargo, pocos lo saben. Se publican libros que, en muy raras ocasiones, merecen, así fuese en el marco de una modesta crónica, juicios de valor que, en resumidas cuentas, conforman un proceso crítico que define la mayor o menor significación de un texto que alcanza la estatura del libro.

Ese es el caso de VIRGINIANOS, poesía en prosa de Claudio Ferrufino, que se publicó el año anterior y no ha merecido aún, salvo alguna que otra referencia informativa, una crítica capaz de darle la proyección que tiene. No es un libro más, producto de esa grafomanía poética que menoscaba la auténtica literatura. Claudio Ferrufino es un extraordinario poeta. Constructor estético, en el sentido de explorar con la palabra el mundo, y nunca mejor utilizado este término, de hoy o de ayer, desde una soledad metropolitana que define el título: VIRGINIANOS.

Desde Virginia, donde vivió y padeció, Ferrufino intenta rescatar, o mejor dicho capturar, aquellos asuntos que le preocupan. Es, en ese sentido, un trotamundos trágico y lúcido. Pertenece a esa clase de poetas que no se arredran ante el infierno. “No, mientras las manos recojan una mirada, un vientre abultado, esta paloma negra que corretea por el pasto, a la misma hora en que se atestan los buses y los pasajeros hablan inglés”. Los VIRGINIANOS se perfilan en algo así como el prólogo de una escritura que está en camino de textos más logrados, quizá en el género de la novela o del cuento, que parece constituirse en su búsqueda más apremiante.

Ahora, en este hoy casi demente, Ferrufino descubre sus herramientas, modula su voz para su propio oído y quizá no sepa con exactitud hacia dónde ir. Se lo percibe como un prófugo, alguien que escapa en círculos y regresa, una y otra vez, al punto de partida. “Son los siglos sin movimiento. Estatismo extasiado de los cuerpos. La voz es como la niebla. Y la niebla se levanta en la mañana, cubre el horizonte, olvida el porvenir”.

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Publicado en CORREO Literario (LOS TIEMPOS/Cochabamba), 21/05/1992


Imagen: Copia de la publicación

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