Tuesday, June 6, 2017

Nicolás Maduro: matar a todos/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Tercer “plantón” ya en Venezuela. Personalmente no me gustan ni Lilian Tintori, ni Leopoldo López ni Capriles Radonski, pero los chavistas han hecho que ellos sean la opción, la única, para una salida que podría haber sido mejor. Los políticos captan las inquietudes del pueblo, vocean el hambre de las calles y obtienen, a no ser que ocurran desgracias, el premio del poder si actúan bien. Esto, por lo general, da un lapso de paz hasta que el rodillo de la corrupción continúa su marcha. Pero..., repito, el PSUV ha hecho de la vida de López un martirologio del que ya no puede escapar. Tendrían que matar al preso y eso implicaría su fin, más rápido del que se viene.

Sin embargo leo en redes y prensa que la izquierda recalcitrante sigue defendiendo la matanza, la bufonada de la revolución de Caracas, otra repartija infame al estilo de la piñata sandinista. Pues ello, sépanlo, no tiene perdón. Corrió demasiada sangre en tantas décadas. La retrata Galeano en su breviario latinoamericano como para olvidarla. Significa erigirse por encima de los muertos, gracias a los cadáveres que de mártires pasaron a tontos útiles. A pagarlo entonces, y no con piedad cristiana ni menos: Maduro tiene que caminar al cadalso, no queda otra, y su cohorte de sátiros y putas también. Cierto que fusilar no cambia nada ni lleva a profundos arreglos, pero al menos está la satisfacción del circo, que es donde los pobres alivian pesares, en el dolor ajeno. Seguimos siendo primitivos y esta suerte de violencia antigua carga por igual conmigo. Unas balas bien puestas, “pa que  se les quite lo pendejo”.

Hay un francotirador, el gobierno, y cree con absurdidad que podrá matarlos a todos. Cuando se ha juntado, la masa pierde su capacidad de miedo y ahí el peligro latente, la condena y ejecución de la jerarquía mal dicha “bolivariana”. Algunos escaparán; a otros les espera la cárcel gringa, que es fría y sola como fríos y solos son aquellos. Tábula rasa, además, sin distinción de género, al mejor estilo del fin de Ceaușescu. Luego a hacer películas humorosas como hicieron en la tragedia rumana, a reírse de semejantes desmanes y el inconcebible aguante. Film de Kusturica con sabor a joropo.

La suerte está echada. Como siempre en el continente marrón, el que crece sin condones, el determinante está en el ejército. Venezuela no es la excepción. El discurso opositor apunta a eso, martillea de manera constante acerca de los castigos que vendrán a los culpables de crímenes de lesa humanidad, a los uniformados que condonen y ordenen la siega sangrienta; y, por supuesto, el premio a quienes se deslinden de los criminales, que apuesten por la “constitución” aunque en realidad lo que les importa son impunidad y seguridad. Les recuerdan, día a día, hora a hora, que habrá flores para los “patriotas” e inquisición para los obcecados.

Se pone carne joven en el mercado. Mientras más joven, mejor. Los pueblos aprenden a odiar a través del dolor, y ver morir la esperanza, perecer el futuro en la tersa piel de los hijos asesinados aviva el fuego del castigo. Ay, de ti Maduro, ay de tu esposa y de las hijas de Chávez. Más les valiera salir corriendo a ponerse a recaudo de Kim jong un que frecuentar la muerte espantosa. Pero, como sucede, pesa más el billete que la razón. Seguramente es, cuando se ha sido rico, difícil dejar el sosiego del oro y la satisfacción del poder. Si ya lo han decidido, bien. Tal vez les valiera ponerse ungüentos para evitar el calor de las balas, o potentes analgésicos que obvien el filo de los machetes. Si no, si ya lo decidieron, pues al circo y que las fieras tengan festín. Igual amanecerá el sol y los poetas cantarán a la luna en adormilados brazos de princesas encantadas y sirvientas pegadas al novelón; que hay que vivir, pese a todo.
05/06/17


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 06/06/2017

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