Saturday, August 5, 2017

Contratapa para Chuquiago, de Miguel Sánchez-Ostiz

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

El extranjero soy yo. Y Miguel Sánchez-Ostiz el guía por una ciudad de “carajos y petardos”, por un díptico, tríptico, políptico que imagina el universo y retrata el infierno. Que es más la manzana que Eva y la serpiente pero que recuerda el paraíso sobre el que mucho llueven cangrejos.

La Paz, esbozada en personajes y rincones. Esbozo con detalle, sin embargo, a lo Callot, a lo Goya, también a lo Cieza de León, o Chimpu Ocllo -Garcilaso de la Vega, el Inca- recreado en la ciudad dual, la que se combate eternamente a sí misma, que quiere ser india y le pesa demasiado el mestizaje, y que no puede ser blanca aunque España se arrastre por su sangre como casulla de dominico.


Páginas que exceden lo escrito hasta ahora sobre la hoyada; libro de horas como las que la vejez rescata de la muerte y anota, con paciencia y letra clara, de memoria. Índice, y a veces homenaje, onomástico, a sus hijos. Quien quiera de los vivos encontrarse, pues allí está. Ni hablemos de los idos. Crónica implacable, sin aspaviento… dichosa. Fanfarria y silencio, urdimbre de colores y sombras. Tejido… Molière y kusillos. 


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Contratapa de Chuquiago (Editorial 3600, La Paz-BOLIVIA, 2017)

Imagen: Portada del libro

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