Tuesday, October 17, 2017

García Linera, de yapa/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Me cuenta un amigo por correo abierto que compró libros de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, a buen precio; bonita colección. Pero, de “yapa”, envueltos en papel bond, le entregaron “dos bodrios del sunchuluminaria Qananchiri”, a decir: Álvaro García Linera, el Demóstenes de la avenida Atenas, Cicerón del mercado Calatayud, la esencia de la razón sumada a la fortaleza de la letra.

Ni pregunté qué eran, porque si los introdujeron subrepticiamente, incluso evitando que el cliente se diera cuenta, no valía la pena. No es lo mismo decir que le añadimos esta tesis política de gran interés, o el detalle de algún retorcido asunto constitucional.  Uno pensaría en un aditamento de llajua para saborear el libro,  o “aserrín”, como se llama el hueso desechado cuando se corta la carne y que sirve de alimento alto proteínico para perros. Cierto, no habría lógica, pero tampoco la hay en que un gobierno promocione la intelectualidad de uno de sus miembros en un “combo” silencioso. Inteligente sería, o lo pensaríamos tal, si se callara, porque de opiniones suyas, embelesadas y tontas ya nos cansamos. Alguna vez, y de casualidad porque no es nombre de mi archivo, leí, y retomo la misiva enviada, un bodrio que se apodaba poema. De amor, para colmo. Me dije que de yo escribir así, madre y padre me habrían preparado la mochila y enviado a la Legión Extranjera. Si no eres poeta, no creas que sí, a pesar de que en tierra de ciegos los discapacitados rebuznan lo que se desee oír.

Probablemente en un país donde la “noticia falsa” (Era de Trump) es alimento común, GL asegurará que sus textos tuvieron extraordinaria difusión; no aclarará que los envolvieron en papel de acuerdo a la teoría de envolvimiento de emparedados, su último aporte al pensamiento “marxisto”. Mejor, digo yo, si en serio regalaban un trozo de pan. Al menos, el más soso de ellos, tendría un sabor imposible de hallar en la textualidad del vicepresidente que es moto, romo, partido, cortado en su personalidad. Su obra semeja un muñón de mal gusto y ni la venda más alba, ni el alba más pura, arreglarán el desperdicio. Lo que supura, hiede.

Qué tal, y voy a la economía, un dólar de yapa, un billetito del sonriente George Washington: In God We Trust, de aquellos que sobran en palacio, ahí sí, con justificación se podría asegurar que su letra corrió por la multitud y ni siquiera tendrían que esconderlo.

Consideremos por el lado bueno en que es el señor García un tímido literato, que tiene terror de que las hienas del gremio lo asalten y destrocen antes de haber parido pasable engendro. Pero hay maneras de lograrlo, de hacerse un espacio con dulzura y decencia, con solidaridad que no es lo mismo que obligación del poder. Reconozcamos que han ido por lo bajo, porque bien podría la autocracia de Evo Morales inventarse una Feria Álvaro García Linera, a cuya entrada habría en mármol un busto pensativo del poeta, con el infaltable flequillo que hace susurrar al hembraje que es lindo y elegante. Imposible, sin embargo, porque implicaría que el vate anda peldaños arriba del profeta, y Morales no lo permitirá. Mientras la cerviz de los sirvientes se mantenga baja, está bien. Pueden escribir, cantar, danzar, ponerse polleras o el sinfín de extrañas viñetas que son la hostia diaria de esta administración mientras no tropiecen con el halo bienhechor del Zeus de Orinoca. Lo siento, hasta en ello hay límites.

Al menos hubo control, de entregarse estos librillos solo con la compra de obras de la famosa Biblioteca. Porque imagínense si lo adjuntamos a Roa Bastos, A Borges, a Gonzo: estaríamos al borde de un conflicto internacional. ¿Imaginación masista? Porque ni hasta a Trump se le ha ocurrido propagar su voz mediante este sistema. O simples pillos que conocen bien su delito y que añoran llegar a ser un día como el enano de Corea del Norte: implacables y divinos.
16/10/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 17/10/2017



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