Tuesday, November 28, 2017

Las fotos del presidente

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Toda una polémica. Una ministro(a) desgañitándose en tinta para defender a su… presidente. Las tomas en cuestión que muestran la realidad de un individuo regordete, sin duda cansado porque el poder, adulación, “postrecitos” a la manera de la guerrilla colombiana (y el paramilitarismo) y otros etcéteras deben cansar, y un periodista que hace lo suyo, Samy Schwartz, que desde la épica de la VIII marcha indígena por el TIPNIS y con inocultable confrontación con el gobierno de derechas de Evo Morales, colonialista, imperialista, con dengues nazis en medio de una retórica seudo-indigenista va persiguiéndolos con imágenes.

Veamos en detalle: el tipo retratado, con saco de decoración india pero evidentemente con ínfulas de riquillo mandamás; camisa de la misma laya, de mangas largas que sobresalen para darle el necesario tono de elegancia; un edecán-sirviente del servicio doméstico de traje militar, y un rostro abotargado por la excesiva alimentación, trago fastuoso y secretos que por ahora no sabemos pero se sabrán. Podría ser el rosado Trump, que a veces se pone púrpura; el amarillo coreano que cambia a naranja; y el aymara que de marrón oscuro tiende a morado. No es cuestión de razas sino de colores, del tono exacto para componer el retrato, que dadas las características de estos tres, y del local, en particular, no pueden resultar en Mona Lisas o Venuses desnudas. Por ahí sonríe Goya desde la inmensidad, el irreverente que calcó a los Borbones tal como eran, manga de rastreras aves, y que conmocionó como Schwartz ahora al séquito lambiscón.

Veamos: ¿por qué la ministro acusó al fotógrafo de ser racista? ¿Qué quería que mostrara? Evo Morales no es Brad Pitt (sabemos que lo desea). La racista es ella que ve en el reflejo preciso del cacique aquello que detesta: la indiada que tiene rasgos de vía crucis para los bolivianos, algo que se arrastra de por vida y de por vida se quiere eliminar y disimular. El drama de Bolivia, por sobre el resto de problemas y conflictos, es la herencia india, esa que se quiere descalificar, soslayar, esconder, mimetizar. Morales se declara indio y allí salta la jauría a tratar de desmantelar la realidad. En lugar de decir: ese es nuestro presidente y nos sentimos orgullosos de él, salen a los gritos, brincan como ranas y meten las cabezas bajo tierra, avestruces que son. Lo que debiera avergonzarlos es tenerlo tan acicalado, tan a lo Rafael Leónidas Trujillo, posiblemente con cremas blanqueadoras, inciensos de lavanda y sales de baño, amén de calzoncillos Gucci que cumplen igual labor que cualquier otro, la de ocultar el supuesto pecado.

Ahora, y creo que no se ha mencionado el tema, Evo Morales aparece en esta serie esperpéntica no con aires de héroe troyano o de cazador de leones. Cierto que nunca fue muy varonil pero ese es pecado venial en comparación con sus acciones de gobierno. Si necesitan un presidente que dé la imagen de un macho alfa, de preservador de la especie, ténganlo como lo que es, un rústico campesino de duros rasgos, que no hay vergüenza. Si de nacimiento, de por sí, el señor no da la impresión falsamente necesaria de ser un brutal y desenfadado macho, pues no lo decoren tanto que no es arbolito de Navidad. Déjenlo molle o, ya que viene del altiplano, paja brava. Mejor así.  Por supuesto que en esto tropezamos con las inseguridades y deseos insatisfechos del déspota. Allí no se puede ganar. O se es lo que se es o no, bien simple. O se gobierna o se menea como bailarina. Se es estadista o diva. Y las carreras en el estrellato acaban pronto. O, como Mugabe, de títere de una arribista que aparte de ponerle cuernos al anciano necesita el cetro. Patético.

Si quiere salir mejor, señor Evo Morales, vístase de civil y agarre una picota para cavar papas.
27/11/17

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Publicado en INMEDIACIONES, 28/11/2017

Fotografía: Samy Schwartz 

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